Ha pasado un año desde el llamado que lanzó el Panel Científico para la Amazonía (SPA por sus siglas en inglés), en Glasgow, Reino Unido, durante la COP 26, al alertar que la Amazonía se acercaba a un punto de no retorno si se llega a perder el mayor bosque tropical y sistema de ríos del planeta, ubicados en este bioma.
A la fecha, las amenazas en esta gran región siguen siendo críticas: el 18% de los bosques amazónicos han sido transformados para otros usos y un 17% adicional están altamente degradados.
En el marco de la COP27 de cambio climático, que se lleva a cabo en Egipto, WWF lanza el Informe Amazonía Viva 2022, un minucioso documento que propone estrategias para revertir la tendencia actual, con el fin de que tanto gobiernos, sector privado y ciudadanía en general, descubran la Amazonía, aprendan de sus retos y contrastes, y se inspiren para la acción urgente en favor de su conservación.
Debido a su increíble diversidad biológica y riqueza cultural, representada en los más de 47 millones de personas que lo habitan, algunas de las cuales pertenecen a los más de 500 pueblos indígenas amazónicos, y su importancia global como regulador del clima, el bioma amazónico es de interés mundial. No obstante, los procesos de deforestación, así como la degradación de sus bosques y ríos, están llevando a la Amazonía a un punto de no retorno según lo indica el SPA. Este punto de no retorno consiste en la pérdida de humedad provocada por el cambio climático y la deforestación, lo que ocasiona un círculo vicioso de secamiento progresivo de la Amazonía en amplia escala, transformándola de un bosque húmedo tropical hacia un bosque seco o una sabana degradada.
La comunidad internacional, sobre todo aquellos sectores cuyas acciones tienen repercusiones directas en la Amazonía, pueden asegurar que la Amazonía se mantenga viva por muchos siglos más, o ser testigo de su desaparición, tal y como la conocemos.
Llegar al punto de no retorno afectaría directamente los medios de vida de los 47 millones de personas que viven en la Amazonía, el 10% de la biodiversidad del planeta, y agravaría la crisis climática y de pérdida de biodiversidad globales. El objetivo común de mantener el calentamiento de la Tierra hasta un máximo de 1,5°C no se podrá cumplir si se pierde este bioma, ya que esta almacena entre 367 - 733 gigatoneladas de dióxido de carbono en su vegetación y suelos, lo cual sobrepasa el presupuesto de carbono considerado para esta meta. El carbono guardado por siglos en la Amazonía está liberándose a un ritmo acelerado debido a la deforestación, los incendios y la degradación por actividades productivas insostenibles. En otras palabras, si perdemos la Amazonía, perderíamos la oportunidad de hacerle frente a la crisis climática global.
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Según el informe, se deben detener las amenazas sobre la Amazonía mediante acciones urgentes, sobre todo desde los gobiernos y el sector privado, y continuar con iniciativas sostenibles de desarrollo y conservación desde la sociedad civil. El informe propone posibles soluciones que la red de WWF está apoyando, de la mano de socios locales e internacionales.
Estas iniciativas están alineadas con la propuesta que la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) y otros aliados han hecho -también acordada por la Asamblea de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza- de que, a más tardar en 2025, se reconozcan como estrategias efectivas de conservación los esfuerzos que los pueblos indígenas y comunidades locales han hecho en sus territorios, los cuales, sumados a figuras de protección como las áreas protegidas, podrían garantizar que hasta el 80% del bioma esté bajo alguna categoría que garantice su conservación.
Esta meta requiere medidas urgentes en los próximos 3 años para salvaguardar áreas bien conservadas y para restaurar las tierras con alta degradación. Conservar el 80% de este bioma requerirá garantizar y extender un mosaico de áreas protegidas y territorios indígenas protegidos -que actualmente representan la mitad del bosque- gobernados equitativamente, con manejo efectivo y conectados con paisajes manejados con enfoques integrales en el marco de una visión regional de conservación y desarrollo sostenible.
Salvar a la Amazonía demandará un compromiso político de alto nivel que aborde directamente las principales amenazas a este bioma, como son la deforestación, la minería ilegal, la corrupción y la infraestructura planificada sin consideraciones ecosistémicas.
En el caso de Colombia, el 42,3% del territorio nacional continental es amazónico, según datos del Instituto Sinchi. Además de la deforestación (en 2020, de acuerdo a cifras del IDEAM, el 63% de este flagelo se concentró allí), enfrenta graves amenazas como los incendios que afectan significativamente la conectividad ecosistémica, y una crisis de seguridad sin precedentes por la intensificación del acaparamiento de recursos y de las actividades económicas ilegales, que pone en riesgo a los defensores ambientales. Pese a esto, Colombia aún cuenta con el área de bosque mejor conservada de toda la cuenca amazónica y esto se debe en gran parte a que los pueblos indígenas y comunidades campesinas han demostrado conservar mejor que nadie los bosques sobre la base de sus sistemas de conocimiento y prácticas sostenibles.