PUEDE que el escenario no sea tan catastrófico como lo pinta el expresidente Jimmy Carter, de un “país que se tambalea” y esté en riego de “conflicto civil” pero lo cierto es que la sociedad estadounidense está cada vez más polarizada, atizada no sólo por el abierto enfrentamiento entre el presidente Joe Biden y su antecesor Donald Trump, sino por la creciente percepción de que América debe ser primero.
Aunque el mandatario demócrata no ha pronunciado directamente el nombre de Trump en el primer año de gestión, que está por cumplir (20 de enero) cuando hace referencia a políticas anteriores, ayer lo hizo mencionándolo como el expresidente para responsabilizarlo por la ‘insurrección armada’ hace un año al Capitolio y acusándolo de poner -en dicho momento- “sus intereses por encima de los del país”.
Con un discurso pletórico de fuertes palabras tanto para acusar al que también calificó como “derrotado expresidente” así como para advertir sobre los riesgos a los que se enfrenta la democracia, Biden prometió defender ese sistema y los valores fundacionales, mientras que Trump reaccionó tildando dichas palabras como un “teatro político” para distraer el fracaso del primer año de gestión gubernamental.
Con tono grave y desde la imponente “sala de estatuas” de la sede del Congreso donde ayer hace un año un grupo de trumpistas sorpresivamente irrumpieron por considerar que la elección presidencial tuvo irregularidades, Biden acusó a su predecesor de haber "tratado de evitar el traspaso de poder pacífico con la "insurrección armada" del 6 de enero de 2021.
A renglón seguido en el primer ataque frontal contra el expresidente indicó que el expresidente “ha creado y difundido una red de mentiras sobre las elecciones de 2020 y lo ha hecho porque valora el poder por encima de los principios, porque antepone su propio interés al interés de su país" y porque "su ego herido le importa más que nuestra democracia o la Constitución”.
En un discurso de media hora, el presidente demócrata defendió los "valores fundacionales" de Estados Unidos y arremetió contra la amenaza que supone “el expresidente” y sus "violentos seguidores". "Por primera vez en nuestra historia, un presidente no solo perdió unas elecciones, sino que intentó evitar la transferencia pacífica de poder mientras un grupo de violentos trataba de asaltar el Capitolio. Pero fracasó. Ellos fracasaron", enfatizó.
Con tono combativo, que no se le había conocido desde que llegó a la Casa Blanca, agregó que “no permitirá que nadie ponga un puñal en la garganta de la democracia estadounidense”, al tiempo que advirtió que su país y el resto del mundo libran una batalla entre la democracia y el autoritarismo.
"Vivimos en un punto de inflexión en la historia, tanto en casa como en el extranjero. Estamos enfrascados nuevamente en una lucha entre la democracia y la autocracia; entre las aspiraciones de la mayoría y la avaricia de unos pocos", sostuvo Biden.
Y en otro acápite preguntó "¿Vamos a ser una nación que acepte la violencia política como norma? (...) ¿Vamos a ser una nación que no vive a la luz de la verdad sino a la sombra de la mentira?", a lo que seguidamente respondió “no podemos convertirnos en ese tipo de nación".
Concluyó su intervención agradeciendo a los policías que ese 6 de enero, junto a la Guardia Nacional retomaron la seguridad del Capitolio y evocando que él se presentó a las elecciones para luchar "por el alma" del país, por lo que instó a la población a luchar por la ley y el orden para "preservar la llama de la democracia".
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La distancia entre los dos…
Como reza la letra de la famosa canción ranchera, “la distancia entre los dos es cada día más grande”, pero no solo de Biden y Trump, sino de la población respecto a la pasada elección. Y ello se evidenció con la encuesta del sitio de información Axios, según la cual sólo el 55% de los estadounidenses cree que Biden es el ganador legítimo de las últimas elecciones.
Y más allá de la intervención del presidente demócrata, lo que se evidencia en la alta tensión política norteamericana son dos hechos claves: la profunda polarización de la sociedad y que el exmandatario republicano conserva intacto de sus seguidores que, vale aclarar, no todos son de su partido.
El expresidente republicano reaccionó al mencionado discurso señalando que fue un “teatro político es solo para distraer la atención del hecho de que Biden ha fracasado completa y totalmente”.
Tras enfatizar que “el presidente usó mi nombre hoy para tratar de dividir aún más a Estados Unidos", reiteró su denuncia que los comicios fueron "amañados". “No hay más que mirar los números, hablan por sí mismos…No son justificables, por lo que los medios de comunicación cómplices lo llaman sencillamente la Gran Mentira, cuando en realidad la Gran Mentira fue la elección", añadió.
Entre tanto, muchos congresistas republicanos acusaron a los demócratas de utilizar lo ocurrido el 6 de enero "como un arma partidista para dividir el país".
"Fue sorprendente ver a algunos demócratas en Washington intentar aprovechar este aniversario para promover objetivos políticos partidistas que existían mucho antes de este evento", sostuvo el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, en un comunicado en el que también admitió que ese 6 de enero de 2021 fue un "día oscuro para el Congreso y el país".
Pero, sin duda, el discurso de Biden marca una ruptura tanto por su tono como por sus acusaciones, lo que ahonda las líneas rojas tanto en el histórico bipartidismo como en las percepciones ciudadanas frente a lo ocurrido (6 de enero) y el inmediato futuro político, que tendrá su primer termómetro en las elecciones de medio término, el próximo noviembre.
También afectará la posibilidad de una mayor unidad nacional, tal cual ha sido el reiterado llamado del inquilino de la Casa Blanca, quien ve cómo su popularidad ha venido en picada, entre otras cosas, por el alza en la inflación y el hartazgo generalizado frente a la prolongada pandemia del covid-19. Así, la reconciliación se visualiza más lejana y el desgaste presidencial ha sido mayor al presupuestado. Vale recordar que, a menos de cumplir su primer año de gobierno, el apoyo ciudadano al mandatario demócrata cayó a un 40%.
La alerta Carter
En la antesala de la conmemoración en el Congreso, el expresidente Jimmy Carter advirtió que el país "se tambalea" y ha avisado de que se corre "un riesgo real de conflicto civil".
"Los estadounidenses deben dejar de lado las diferencias y trabajar juntos antes de que sea demasiado tarde (...) Nuestra gran nación ahora se tambalea al borde de un abismo cada vez mayor", expresó en un artículo de opinión para el diario 'The New York Times' recogido por la cadena CNN.
Asimismo, el que fuera inquilino de la Casa Blanca entre 1977 y 1981 lamentó que "los promotores de la mentira de que las elecciones fueron robadas" se han "apoderado de un partido político", lo que, considera, ha derivado en que se haya "avivado la desconfianza" en el sistema electoral estadounidense.
"Han aprovechado la desconfianza que han creado para promulgar leyes que facultan a las legislaturas partidistas para intervenir en los procesos electorales (...) Buscan ganar por cualquier medio, y se está persuadiendo a muchos estadounidenses para que piensen y actúen de la misma manera, amenazando con colapsar los cimientos de nuestra seguridad y democracia", ha denunciado.
Es por esto que Carter ha trasladado su temor a que aquellos derechos por los que se ha luchado "tan duro a nivel mundial", en alusión al derecho a unas elecciones libres, justas y participativas, se hayan vuelto "peligrosamente frágiles en nuestra nación".
Así, el expresidente enumeró cinco acciones necesarias que la clase política del país debe afrontar "para que la democracia estadounidense perdure". "Debemos exigir que nuestros líderes y candidatos defiendan los ideales de libertad y se adhiera a altos estándares de conducta", dijo.
Carter ha pedido a los ciudadanos del país que se pongan de acuerdo sobre las normas constitucionales y se respeten más allá de sus diferencias políticas, instó a una reforma electoral para garantizar el acceso y la confianza a las elecciones, hizo un llamado a abandonar la polarización y la violencia en la política, y, finalmente, remarcó la importancia de abordar el problema que supone la desinformación.
Pero nada de eso parece otear, por ahora en el panorama, ya que este aniversario del 6 de enero evidenció que lejos de ser un momento de unidad nacional cristalizó las fracturas políticas.