La condena es un baldón | El Nuevo Siglo
Sábado, 12 de Enero de 2019

La independencia de los poderes público, ejecutivo, judicial y legislativo, es uno de los logros de la democracia de  la nuestra y la de todos los países que la respetan y la ejercen. Entre nosotros es algo de lo cual nos sentimos orgullosos. Por tratarse de organismos que son manejados y dirigidos por seres humanos tan falibles como todos los mortales, cuando uno de ellos falla, mal podemos atribuir ésta a la manera de administrar y manejar una nación.  Demostraciones en todos los sentidos se pueden observar, tratándose del poder judicial que es aquel al cual todos estamos sometidos. Debemos cumplir la ley y cuando fallamos o las transgredimos si los encargados por velar porque se cumpla lo saben, se encargan de hacérnoslo notar en la forma que la misma ordenación legal regula.

Así como todos los ciudadanos estamos al día en la manera como se administra la ley, también nos enteramos cuando hay terribles equivocaciones, ya sea de interpretación o de aplicación, que en algunos casos son interpretadas como persecución deliberada hacia el acusado o simplemente se convierten en equivocaciones que, de acuerdo con las instancias que el mismo ordenamiento legal establece, pueden ser corregidas por otras reparticiones judiciales en las cuales se estudia, se revisa o se compruebe de lo cual bien resultar la ratificación o rectificación del  fallo. Teóricamente el acusado tiene como hacer valer sus derechos y defenderse manifestando su inconformidad con lo  dispuesto.  Así, pues, el aparato judicial pone a disposición de la ciudadanía todo un sistema que trata de que la justicia sea justa, aunque esta expresión bien puede parecer un pleonasmo.

Nos hemos interesado en todo lo que sucede con respecto a las investigaciones y fallos que tienen que ver con los episodios de corrupción. Lo sucedido en Bogotá es espantoso: algunos de los actores condenados ahora están campantes y parece que les va a dar la casa por cárcel para acabar su condena. Con espíritu optimista hay que celebrar que  fueron condenados. El ciudadano de bien considera que el simple hecho de ser objeto de una condena es de por sí un baldón que acompaña al acusado durante toda su vida, del cual le es muy difícil reponerse.

En cuanto a la aplicación de la ley que estudia por medio de jueces y magistrados la conducta de un ciudadano, la gente cree que se hace con rigor. Esto no significa que hay complacencia con la aplicación de la condena. Según lo dicho, la condena ya es un castigo del cual se puede diferir. Es lo que  piensan muchos ciudadanos de bien que guardan respeto a la justicia pero que, por ejemplo en el caso del exministro Arias, ahora detenido en Estados Unidos, consideran que la pena es excesiva…Los delitos de los cuales se le acusa sí los cometió, pero en lo que existe una serie duda a su favor es la condena que se le impuso. Bien puede considerarse muy alta.