Un continente solidario | El Nuevo Siglo
Viernes, 24 de Mayo de 2019
  • ¿Estatus grupal de refugiados a migrantes venezolanos?
  •  Mejor continuar con enfoque humanitario de la ayuda

 

 

Los desafíos de la ola migratoria venezolana para el continente son cada día más complejos. Prueba de ello es que países como Colombia, Ecuador y Perú han advertido que se requiere una mayor cooperación internacional para atender a más de tres millones de personas que han salido de la vecina nación huyendo de la crisis política, económica y social generada por la dictadura chavista.

Aunque algunas agencias de la ONU y países como Estados Unidos y varios de Europa han destinado recursos para ayudar a atenuar el impacto de la diáspora y financiar una parte del elevado costo de la atención a esa población móvil de venezolanos, lo cierto es que se requiere un esfuerzo presupuestal de mayor calado.

La situación es más complicada a partir de conceptos como el emitido días atrás por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), según el cual ante el deterioro de la situación en esa atribulada nación, la mayoría de los venezolanos califican para obtener asilo, razón por la cual pidió a los gobiernos latinoamericanos que les otorgue este tipo de estatus y no los devuelvan a su país.

No es una petición menor. Todo lo contrario, pareciera traslucir lo que para algunos sectores de la comunidad internacional ya es una certeza: que los esfuerzos internos y externos para sacar al régimen de Nicolás Maduro no están dando los resultados esperados y que es posible que la dictadura se mantenga por un tiempo más en Venezuela.

De allí que la Acnur plantee que el número de personas que salen de Venezuela representa “situaciones complejas” por las que puede resultar inviable determinar la condición de refugiado de manera individualizada. Por ese motivo, recomienda “un reconocimiento grupal”.

Aún no hay una respuesta oficial de los gobiernos latinoamericanos, es claro que, sin entrar a determinar si procede o no el asilo político a los venezolanos, ningún país del área está optando por deportarlos o forzarlos a regresar a su patria. Hay conciencia plena de que ello pondría en grave riesgo a centenares de miles de personas, que se verían expuestas no solo a la hambruna, la falta de medicamentos, el desempleo y la rampante inseguridad, sino también a posibles retaliaciones de las autoridades chavistas, que hoy tienen el récord más alto del continente en violación de derechos humanos, sobre todo a sectores de la oposición.

Sin embargo, optar por la figura de “reconocimiento grupal” del estatus de refugiados a los más de tres millones de venezolanos es un paso de mayor complejidad. Tanto esa figura como la del asilo tienen implicaciones mayores a las que tiene la asistencia humanitaria a población trasnacional en estado de vulnerabilidad. Implicaciones desde el punto de reconocimiento de derechos y de la obligatoriedad del Estado respectivo para cumplirlos. Implicaciones con alto impacto fiscal debido a las asignaciones presupuestales correspondientes. Implicaciones desde el punto de vista social, ya que las naciones que han recibido la mayor parte de la ola migratoria venezolana tienen población local en las franjas de pobreza y pobreza extrema, y por lo tanto ella se convierte en la prioridad de la inversión. E implicaciones desde el punto de vista de la corresponsabilidad internacional en la atención de esta emergencia humanitaria, ya que una persona con estatus de refugiado o asilado pasa a ser responsabilidad directa del país que otorga tales estatus. Esta circunstancia va en contra de la insistencia de Colombia, Perú, Ecuador y otras naciones receptoras de estos contingentes venezolanos, para que la ONU y los bloques de países más potentes desde el punto de vista económico hagan un esfuerzo mayor para ayudar a costear la asistencia humanitaria de esos migrantes.

Aunque es bienintencionada la propuesta de la Acnur, es claro que proceder a dar estatus grupal de refugiados a los tres millones de venezolanos que han salido de su patria no es nada fácil para las naciones receptoras. Lo mejor es continuar con el enfoque de asistencia humanitaria, que sin lugar a dudas ha tenido una dimensión muy alta, ya que la actitud de las autoridades y los pueblos latinoamericanos para auxiliar a las víctimas de la dictadura chavista es de admirar. Pese a algunos casos aislados de xenofobia, la nota predominante ha sido la de tender la mano a la población hermana que sufre tan grave catástrofe. Lo que en estos momentos se requiere no son complejos mecanismos de normalización migratoria, sino más recursos para atender la diáspora.