Cerca de mil millones de personas viven en una situación de pobreza extrema en los países en desarrollo. Dos tercios se encuentran en zonas rurales y para ellos su tierra es su vida: dependen de ella para tener vivienda, alimentos e ingresos. Además, se espera que se vean afectados de forma desproporcionada por la degradación del suelo en las próximas décadas, a menos que se lleve a cabo una restauración a gran escala.
Se trata de zonas que poseen los mayores índices de pobreza, hambre, desigualdad y contaminación.
Las personas que viven en zonas áridas, las cuales residen en el 45% de la superficie terrestre, están especialmente expuestas a la desertificación y a los efectos devastadores de las adversidades relacionadas al clima, tales como sequías, inundaciones e incendios forestales.
Cada año se pierden alrededor de 12 millones de hectáreas de tierra debido a la degradación. Se estima que para 2050 menos del 10% de la superficie terrestre será virgen o libre del impacto humano.
Todas las regiones del mundo están experimentando la degradación de sus tierras en diferentes formas: desde el empeoramiento del suelo, hasta la pérdida de bosques, praderas y humedales.
En los países de la Unión Europea, entre el 60% y el 70% del suelo está degradado como consecuencia directa de una gestión insostenible y han perdido la importante capacidad de proveer funciones ecológicas para diversas formas de vida.
El 50 % de las tierras agrícolas de América Latina estarán degradadas para 2050.
Y en África, dos tercios de la tierra ya están degradados, perjudicando al 65% del continente.
A este ritmo, 135 millones de personas, incluidas unas 60 millones del África subsahariana, podrían tener que desplazarse para 2045.
El cambio climático y la desertificación están vinculados y se retroalimentan: juntos crean unos ecosistemas y una biodiversidad menos saludables, al mismo tiempo que reducen la productividad agrícola y ganadera y la capacidad del suelo para almacenar carbono.
Este vínculo infortuito provocó la desaparición de muchas civilizaciones en el pasado.
Lo que está en juego
Cada año, el mundo pierde USD 44 billones del PIB agrícola debido a la degradación del suelo.
Para superar el hambre y la inseguridad alimentaria de aquí a 2050, la productividad agrícola deberá aumentar un 100% en los países en desarrollo y un 60% en los países desarrollados.
No obstante, la gestión sostenible de la tierra y la restauración son claves para liberar e incluso generar hasta US$1,4 billones en beneficios económicos cada año. Por cada US$1 invertido en la restauración del suelo, se pueden reportar hasta US$30 de beneficios económicos.
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Lo que está haciendo el PNUD
El PNUD y sus socios están trabajando para lograr un mundo sin suelo degradado, lo que significa que la tierra, tanto en cantidad como en calidad, se mantiene lo suficientemente estable y progresa para sostener las funciones de los ecosistemas y mejorar la seguridad alimentaria.
La diferencia respecto a los enfoques antiguos es que ahora el PNUD combinará métodos que preservan y mejoran la calidad de la tierra que tenemos, mientras revierte la degradación.
El objetivo es encontrar el equilibrio entre las pérdidas previstas de recursos del suelo y las medidas que produzcan ganancias alternativas a través de enfoques como la gestión sostenible y la restauración de las tierras.
La salud del suelo es un elemento importante de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), incluidos los relacionados con la pobreza, la seguridad alimentaria, el agua y el cambio climático, clasificado también por el PNUD como un “acelerador de los ODS”.
“La degradación de la tierra y la desertificación empobrecen a los países, las comunidades y las personas. La restauración de tierras degradadas es una oportunidad para abrir el camino del desarrollo ecológico sostenible y abordar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y mejorar los medios de subsistencia y las economías”, dice Haoliang Xu, subsecretario adjunto de la ONU, administrador adjunto del PNUD y director de la Oficina de Políticas y Apoyo a Programas del PNUD
Sanando los daños
El PNUD y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) trabajan conjuntamente con agricultores, silvicultores y otros trabajadores de la tierra para reparar los daños de la degradación del suelo y dar a las comunidades las herramientas para reconstruir la salud de las tierras y mejorar la seguridad alimentaria.
Trabajamos en países como la India para ayudar a los productores a adoptar una agricultura y silvicultura sostenibles mediante el prolongamiento del tiempo entre los ciclos de cultivo, ayudando a restaurar la fertilidad del suelo y a regenerar la cubierta vegetal.
Costa Rica es un ejemplo inspirador de la rapidez con la que se puede alcanzar el éxito. En pocos años ha pasado de tener un 21 % de cobertura forestal a casi un 60 %, por lo que recibió USD 54 millones del Fondo Verde para el Clima en 2020 y ganó el premio inaugural Earthshot en 2021. El PNUD sigue apoyando la rehabilitación de los bosques degradados en el país para facilitar la convergencia entre bosques y áreas protegidas.