A ocho días de la contienda por la sucesión de Iván Duque en la Casa de Nariño los candidatos Rodolfo Hernández y Gustavo Petro llegan tan empatados en las encuestas que el país se aboca a un voto finish, una circunstancia inédita en los comicios presidenciales de este siglo en nuestro país.
Tanto la campaña del aspirante de la Liga de Gobernantes Anticorrupción como la del candidato del Pacto Histórico cerraron la semana mostrándose optimistas respecto a lo que será su desempeño final en las urnas este 19 de junio.
Sin embargo, tras esta última semana en que distintas encuestas, cada una con su propia metodología y aplicadas en fechas dispares, los mostraron con ventajas muy estrechas, incluso la mayoría dentro de lo que se denomina “empate técnico”, es decir, que la diferencia es inferior al margen de error, resulta evidente que ninguna de las toldas se confía en tener asegurado el triunfo. Es más, mientras que en la mayoría de los pronósticos el ingeniero santandereano estaba al frente, en los restantes era el dirigente de izquierda quien encabezaba.
Así las cosas, bien se puede concluir que en estas dos semanas -de las tres que comprenden la campaña de la segunda vuelta presidencial- el exalcalde de Bucaramanga logró avanzar del 28% de porcentaje de votación que logró el pasado 29 de mayo, tras sumar 5.953.209 sufragios, a un promedio en las encuestas entre el 45 y 47%.
Esto implica, entonces, que Hernández en menos de 14 días ha logrado concitar alrededor suyo a buena parte de los votos uribistas, conservadores, de La U, liberales y de otros sectores de centro y centroderecha que respaldaron al candidato de Equipo por Colombia, Federico Gutiérrez, en la cita de la primera vuelta, cuando sumó 5.058.010 respaldos ciudadanos, es decir, el 23,91% del total de sufragios.
Igualmente, el aspirante ha atraído una parte de los votos del candidato de la ahora extinta coalición de la Centro Esperanza, Sergio Fajardo (888.585 respaldos ciudadanos), quien si bien decidió el jueves pasado que votará en blanco, es claro que gran parte de quienes fueran de la cúpula de su campaña terminaron inclinándose por Hernández. A este también se trasladaron los apoyos que tuvieron los ahora excandidatos John Milton Rodríguez y Enrique Gómez Martínez.
En suma, Hernández entra a esta última semana de la contienda presidencial como el candidato que ha logrado reunir a su alrededor no solo gran parte del voto de la centroderecha y una fracción importante del centro, sino como la carta fuerte del antipetrismo.
A ello habría que sumar que en apenas dos semanas el ingeniero santandereano logró posicionarse como la única opción que tienen los sectores poblacionales que no quieren que el país dé un giro a la izquierda, motivados por tres razones básicas. La primera, porque consideran peligrosas y radicales las propuestas del candidato del Pacto Histórico, sobre todo en materia económica. La segunda, porque temen que el país termine en crisis similares a las que hoy sufren Perú y Chile con los presidentes Pedro Castillo y Gabriel Boric. Y, en tercer lugar, porque los resultados de la mayoría de indicadores sociales y económicos son positivos o están en plena recuperación, razón por la cual no quieren que se cambie el rumbo.
No de otra manera se explica su salto del 28% de la votación en la primera vuelta al promedio del 45-47% en las encuestas, todo ello en apenas dos semanas. Es decir, que progresó entre 17 y 19 puntos porcentuales. Incluso algunos sondeos lo ubicaron por encima del 50%, pero luego empezó a bajar lentamente, sin que en ningún momento el aspirante del Pacto Histórico lo superara de forma clara e inapelable.
La otra orilla
En cuanto a Petro, es evidente que es el candidato que menos ha crecido. El 29 de mayo logró un total de 8.527.768 votos, lo que le significó el 40,32% del total de sufragantes, un plante electoral fuerte, sin duda. Sin embargo, al cierre de esta segunda semana su promedio es muy similar al de Hernández, es decir, 45-47%.
En ese orden de ideas, resulta obvio que el aspirante del Pacto Histórico ha subido en las preferencias electorales alrededor de cinco o seis puntos respecto al porcentaje con que ganó la primera vuelta, cuando le tomó 12 puntos de ventaja a Hernández, los que este último finalmente le terminó no solo descontando, sino que también le igualó en crecimiento adicional estas dos semanas.
Hay tres factores que explican al avance del candidato de izquierda. En primer lugar, está captando una parte del voto fajardista, pero sobre todo ha recogido lo que restaba del antiuribismo y antigobiernismo que, o no votó en primera vuelta o lo hizo en blanco pero ahora considera que tanto el expresidente Álvaro Uribe y el mandatario saliente Iván Duque, como su partido, están mayoritariamente con Hernández.
También estarían alineándose con la candidatura del Pacto Histórico una parte de quienes consideran que al ingeniero santandereano le faltan experiencia, programa de gobierno y ponderación en la toma de decisiones sobre políticas públicas, así como quienes no comparten algunos de sus conceptos discursivos, por ejemplo en el tema de género.
Y, en tercer lugar, Petro ha sumado votación en zonas de periferia, sobre todo del litoral Pacífico, en donde la reactivación social y económica no se siente con mayor fuerza.
El plan del ingeniero
Ahora bien, como se indicó en el análisis dominical de la semana anterior, la evolución de la campaña, que en esta parte final no ha tenido mayor duelo programático al no haberse dado ningún debate directo entre Petro y Hernández, está dependiendo mucho del día a día de los candidatos, su capacidad de acierto para disminuir las prevenciones sobre su persona y programa así como de la sintonía que logren tener con la urgencia coyuntural del electorado. Todo ello en un marco clave: el margen de maniobra de cada aspirante y su campaña para no incurrir en errores políticos costosos, que dada la cercanía de la cita en las urnas son muy difíciles de reversar o de amortiguar su nivel de daño.
Esta segunda semana de la campaña de balotaje es prueba fehaciente de ese escenario proselitista.
En el caso de Hernández, por ejemplo, es claro que la confusión que generó una afirmación suya sobre cuánto trabajaría al día como Presidente, que terminó tergiversada en referencia a que aumentaría la jornada laboral a diez horas a la masa trabajadora, fue un error que resintió la campaña. Lo mismo la polémica sobre cómo atacar la drogadicción o la forma sorpresiva en que desde Miami denunció amenazas en su contra que lo obligaban a suspender giras proselitistas, postura que reversó horas después, cuando el Gobierno le ofreció más seguridad. Cada uno de estos yerros tuvo un costo político, que incluso algunos asocian con haber perdido una parte de la ventaja que le tenía a Petro en las encuestas durante la primera semana después del 29 de mayo.
Por el contrario, para no pocos analistas el ingeniero santandereano acertó al empezar a anunciar los nombres de quienes integrarían su gabinete ministerial. No solo señaló que el escritor William Ospina estaría en Cultura y la fórmula vicepresidencial Marelen Castillo iría a Educación, sino que el hoy superintendente de Sociedades, Jorge Castaño, estaría en la crucial cartera de Hacienda. Esto, sin duda, tiene por objetivo enviar una señal de tranquilidad y seriedad a los mercados y, sobre todo, a los gremios y sector privado que esta semana lanzaron varias alertas sobre la urgencia de mantener la hoja de ruta económica y evitar medidas populistas y antitécnicas que afecten la reactivación productiva, social y el clima de negocios.
En la misma línea de dimensionar el peso específico de su candidatura, al ingeniero santandereano le terminaron favoreciendo esta semana los respaldos del Nuevo Liberalismo y del ex precandidato presidencial de la Alianza Verde, Carlos Amaya, entre otros. Incluso el haber roto acercamientos con el fajardismo luego de que este quisiera imponerle toda una agenda de gobierno, le sumó puntos a su discurso de independencia programática y de ninguna negociación con los partidos.
En cuando a saber estar en sintonía con la coyuntura del día a día, el aspirante de la Liga fue muy hábil al reaccionar rápidamente al escándalo que golpeó a la campaña de Petro, debido a una serie de videos grabados en los últimos meses en donde se ve al candidato de izquierda y sus principales asesores, encabezados por el senador Roy Barreras, planificando estrategias de ‘guerra sucia’ contra los precandidatos Gutiérrez, Fajardo y Alejandro Gaviria.
Hernández aprovechó el grave escándalo para calificar a la campaña rival como “gavilla criminal” y reiterar que en modo alguno Petro podía presentarse como alternativa de cambio, de nueva política o símbolo anticorrupción.
Escándalo costoso
Por el contrario a Petro estos últimos siete días no le favorecieron mucho. A diferencia de la primera semana, cuando sumó respaldos importantes como los de Antanas Mockus, Alejandro Gaviria, Luis Eduardo Garzón y una parte de la bancada verde, en la segunda disminuyó el volumen de apoyos de significancia política y electoral.
Punto a su favor fue, sin duda, el tener una mayor exposición mediática que su contrincante, lo que le permitió extenderse en la explicación de algunas de sus propuestas, sobre todo de aquellas en materia pensional, laboral y tributaria que tanta prevención generan en distintos sectores. Más allá de qué tanto haya podido convencer, es claro que Petro tiene una mayor facilidad comunicativa que su rival, quien por su viaje a Estados Unidos durante tres días no tuvo tanta pantalla a nivel local.
Igual puede decirse que la campaña del Pacto Histórico acertó al delinear una agenda de giras en donde el candidato visita distintas zonas y nichos poblacionales de su interés, como mujeres víctimas de la violencia, trabajadores informales, fábricas y personas en situación de pobreza. Todo ello enfocado a relievar que su propuesta tiene un alto contenido social.
Incluso algunos analistas consideran que haberle bajado un poco el protagonismo a la fórmula vicepresidencial, Francia Márquez, terminó siendo positivo en la medida en que muchas de sus afirmaciones dieron pie a ‘descachadas’ y debates desgastantes e innecesarios.
Sin embargo, es evidente que mucho de lo ganado con ese plan proselitista perdió efecto por cuenta del escándalo de los videos de sus reuniones de estrategia política y electoral en donde tanto sus asesores en redes sociales como el propio Barreras hablan abiertamente de activar campañas de desprestigio y ‘fake news’ contra sus rivales, dividir la coalición de Centro Esperanza e incluso tratar de neutralizar las graves repercusiones por las reuniones de delegados del Pacto Histórico con extraditables en varias cárceles, prometiendo acabar con esta figura de cooperación judicial internacional a cambio de posibles apoyos electorales…
Por más que al comienzo el Pacto, Petro y Barreras trataron de redirigir el debate a que se había presentado una presunta ‘chuzada’ a la campaña, el peso del escándalo fue imposible de esquivar. No solo porque se comprobó que las grabaciones se hicieron con anuencia de los presentes (como una especie de memoria de la campaña), sino porque para un candidato que se quiere presentar como alternativa de cambio, nueva política y anticorrupción, la estrategia política delineada en esas reuniones es, precisamente, la que discursivamente dice que quiere combatir.
Si bien no es el primer escándalo de esta campaña, sí el más grave tanto desde el punto de vista penal como ético. Un ‘papayazo’ que todos sus rivales aprovecharon para criticarlo sin cuartel. Hasta en el Pacto Histórico hubo fuertes descalificaciones a Barreras y compañía. Las encuestas del jueves y viernes no alcanzaron a medir el impacto en el electorado, pero es seguro que no será menor.
La gravedad de lo ocurrido fue tal que hasta el propio Petro ofreció su renuncia si se le comprobaba algún tipo de delito.
Termina, entonces, el Pacto Histórico la semana con este escándalo investigado por la Fiscalía y una ampliación de denuncia contra el candidato en la Corte Suprema por parte de Gutiérrez. Pero lo más complicado es que el juicio ético y político fue condenatorio, y ello tendrá consecuencias electorales, sin duda.
Remate a “ciegas”
Visto todo lo anterior, resulta innegable que la campaña entra a su última semana con dos candidatos empatados en materia de mediciones de preferencias pero con realidades distintas. Para no pocos analistas serán siete días un poco “a ciegas”, ya que ayer venció el plazo para publicar encuestas, que sin duda son el principal termómetro de la contienda, sobre todo cuando la mayoría coincide en que los dos aspirantes están muy igualados.
Por el momento, parece que el fiel de la balanza terminará siendo el porcentaje de voto en blanco e indecisos con que se llega al remate de la puja por la Casa de Nariño. Entre ambos indicadores se podría llegar a un 8 o 10 por ciento, lo que significa que allí está la llave del triunfo para cualquiera de los candidatos, ya que podrían representar dos millones de sufragios.
Este será un voto que se definirá esta semana e incluso el mismo día de las urnas, en la privacidad del cubículo electoral. Por eso lo que pase cada día será determinante en un ambiente proselitista en donde prima mucho el personalismo de los aspirantes y la emocionalidad de la ciudadanía.
Si bien desde algunos sectores se considera que votar en blanco favorece a Petro, que parece haber alcanzado ya su techo político, en tanto Hernández todavía tendría margen de subir un poco, otros analistas señalan que muchas personas que hoy están en esta franja son, en realidad, indecisos a los que hay que impactar en estos siete días.
El aspirante que más éxito tenga en esta tarea, o que menos errores cometa al intentarlo, o incluso cuya campaña protagonice menos escándalos o ‘descaches’, sacará una leve ventaja que será determinante. Esto es aún más clave si se cumplen las previsiones de una votación alrededor de 21 millones de sufragios, en los que cada punto porcentual puede representar entre 200 o 220 mil votos de diferencia. Como están las cosas, es claro que la distancia entre los candidatos en las urnas apunta a ser muy corta, a menos que pase algo extraordinario.
Por ahora, es mejor prepararse para un seguro voto finish en la campaña presidencial más reñida de los últimos tiempos entre dos candidatos con modelos de país muy distintos.