* Por una Cuba en libertad
*Un régimen dinosáurico
Es de lamentar, por supuesto, que después de 60 años de comunismo el régimen cubano no hubiera entrado en razón para dejar de lado el Estado fallido en que convirtió a la isla caribe. De hecho, no hay justificación alguna para que al pueblo de Cuba se le hayan castrado sus grandes posibilidades de realizarse en libertad y democracia. Por el contrario, se le sigue tratando como un párvulo irredimible cuya única salida aparente es la represión inhumana de su temperamento alegre.
Son demasiados lustros de un crimen de estas características. Porque nada más anómalo dentro de las vivencias humanas que, a partir de una imposición política caprichosa y violenta, cambiar la alegría por la melancolía que ha sido la fórmula esencial a la que ha recurrido el castrismo a fin de imponer su triste y dolorosa dictadura. Porque a partir de la coacción permanente y de suscitar el miedo cotidiano esa mentalidad anacrónica ha pretendido, en toda la línea, eliminar la tipología alegre del cubano a nombre de una revolución cada vez más melancólica cuya asfixia ya no es posible camuflar ni siquiera en el ambiente desprevenido natural y la buena fe característica de los pobladores. Desde luego, al comunismo nunca le ha gustado la alegría. Basta constatarlo en figuras tan amargas como las de Stalin o Mao.
No hay en Cuba, por tanto, ningún indicio de un gobierno verdaderamente popular; un gobierno con el pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Todo es retórica vacía por parte del régimen mientras la población, como en Venezuela, desfallece en la hambruna, la crisis de la vacunación en medio de los estragos del covid, el constante apagón energético y la súplica por salir del comunismo. Si en realidad los gobernantes fueran fuertes y queridos sería suficiente con llamar a elecciones democráticas. Y respaldarse en la voluntad general. Pero, claro está, aquello no es de interés ninguno de parte de los atávicos detentadores del poder. Qué lo va a ser si la represión les ha sido ampliamente favorable y efectiva. De manera que, sin ningún sentimiento de corazón tendiente a la libertad, mantendrán la represión a rajatabla y muy posiblemente todo seguirá igual pese a que por fin el pueblo cubano parece haber perdido el pánico ante la miseria a que lo han sometido.
No obstante, guardamos la esperanza de que el estallido social cubano tenga la vocación de futuro suficiente para salir de una vez y por todas de la farsa. El grito de independencia cubana frente a la pobreza y el autoritarismo inamovible se ha escuchado en todas partes del mundo, especialmente en América Latina. Ya el viejo y gastado expediente de echarles la culpa a los demás, antes que asumir las responsabilidades propias, no sirve a la dictadura desfalleciente. Menos si se entiende que en esta ocasión no es solamente una protesta en el malecón de La Habana, sino que nació y se expandió a partir de la rebeldía espontánea en las regiones cuya exclamación libertaria no es posible dejar de lado por los verdaderos demócratas.
De modo que los partidarios del inmovilismo, es decir, quienes permiten a la dictadura mantener su entronización tendrán que salir de la zona de confort. Comenzando por Estados Unidos. La única alternativa para Cuba es la democracia plena. Porque solo de ella es de donde nace la legitimidad de las instituciones y de los gobernantes. Es el sistema democrático el que permite, en efecto, que de un lado se cumpla legítimamente con el principio de autoridad establecido en las constituciones y, de otro, se produzca el diálogo entre los dirigentes y los asociados cuando hay problemas por resolver. No se entiende, en ese caso, por qué se priva al pueblo cubano de ello como si fuera un organismo inhábil que no es susceptible de asumir su futuro.
El estallido social cubano no es, pues, cosa para evadir por parte de los demócratas. Al grito de libertad no se puede contestar con represión. Como tampoco es dable hacerlo en ninguna parte del mundo donde esquilman los derechos ciudadanos. Sea en Cuba o en Cafarnaúm. Estamos pues con las consignas de ¡Patria y Vida!, por un pueblo cubano en libertad y con los artistas que en buena hora se han tomado las redes para con inteligencia, alegría y creatividad denunciar el régimen dinosáurico de su país.