Hace cinco meses el mundo se sorprendió con la decisión del presidente de Rusia, Vladimir Putin, de iniciar una ‘ofensiva especial’ en su vecina Ucrania argumentando motivos de seguridad nacional ya que ese país tenía la intención de ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Lo que se consideraba una invasión militar relámpago se convirtió rápidamente en una guerra y no hay actualmente señal alguna de un pronto fin.
Víctimas diarias (entre fallecidos y heridos), agotamiento, desesperación y la rabia crecen sobre el terreno -tanto entre ucranianos como rusos-, mientras que a nivel diplomático, salvo la constante mediación turca y a través de la cual se logró tras semanas de negociaciones un acuerdo para reanudar las exportaciones de cereales por el mar Negro, los diálogos de paz continúan en el congelador.
Una guerra sin piedad, una guerra enloquecida y una guerra de desgaste. Así puede resumirse la invasión militar rusa a Ucrania, que hoy entra en su sexto mes, y que pese al alto impacto en la economía global parece haberse convertido en un ‘paisaje mundial’. Es decir, tras la dura batería de sanciones impuestas por Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, se pasó a una sostenida entrega de armamento, cada vez más sofisticado a Kiev, lo que cambió el curso de la guerra y los objetivos del Kremlin.
Así lo expresaron esta semana tanto el presidente Putin como su canciller Sergei Lavrov, quienes sostuvieron que la ofensiva ya no se limitará a conquistar el Donbás, este del país, sino que abarcará mucho más. De allí que los bombardeos a zonas del sur.
Argumentaron que hoy hay una “geografía diferente” respecto a la situación que existía en Ucrania a finales de marzo, cuando tras un preacuerdo en la mesa de negociación renunciaron a Kiev y concentraron sus tropas en el este del país para asegurar el control de una vasta franja terrestre desde su anexada Crimea hasta las por ellos reconocidas repúblicas independientes de Donestk y Lugansk. Ello, de paso, les asegura el control sobre dos importantes salidas marítimas: al Azov y el Negro.
El presidente Vladimir Putin y su canciller Seguéi Lavorv confirmaron esos cambios de cálculo del Kremlin y descartaron cualquier negociación de paz en este momento argumentando que ‘no tienen sentido’ porque son los ucranianos los que no han cumplido con lo pactado meses atrás en la mesa.
Ambos también descartaron cualquier negociación de paz en este momento por considerar que ‘no tienen sentido’ ya que sostienen son los ucranianos los que no han cumplido con lo pactado el pasado mayo en la mesa, al tiempo que advirtieron que si Occidente continúa entregando a Ucrania armas capaces de golpear a larga distancia, como los lanzacohetes múltiples estadounidenses Himars, los objetivos de Rusia cambiarían aún más.
La misma fue desoída por Estados Unidos que el viernes anunció un nuevo lote armamentístico valorado en USD270 millones, que incluye cuatro sistemas de lanzamiento de misiles modelo Himars y municiones; cuatro vehículos de puesto de mando; 36.000 cartuchos de calibre 105 milímetros y 3.000 armas antiblindaje; repuestos y otros equipos, y hasta 580 drones modelo 'Phoenix Ghost'. Con ello, Washington elevó a USD 8.200 millones el valor de la asistencia que ha entregado a Kiev.
Estados Unidos reiteró su acusación a Rusia de "trabajar para anexionar los territorios ucranianos" que han pasado a estar bajo su control en los últimos meses utilizando el mismo "modus operandi" que hizo con Crimea en 2014.
Bajo este panorama, donde se prioriza la ayuda militar a Ucrania pese al incierto, pero de seguro elevado número de víctimas en ambos bandos, y sin esfuerzos diplomáticos no se vislumbra, en el inmediato futuro, una reactivación de los diálogos de paz.
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Corredores marítimos
Sin embargo, tanto las partes en conflicto como la comunidad internacional reconocieron -aunque con reserva sobre su cumplimiento- que el acuerdo firmado entre Rusia y Ucrania para reanudar las exportaciones de cereales por el mar Negro es el primer avance logrado por la insistente diplomacia ejercida por el presidente turco Recep Tayipp Erdogan y, sin duda, el primer paso para solucionar la crisis alimentaria.
En virtud del mismo, una coalición de personal turco, ucraniano y de la ONU supervisará la carga de granos en los buques en los puertos ucranianos de Odesa, Chernomosk y Pivdenyi, antes de navegar por una ruta planificada previamente a través del Mar Negro.
Los barcos cruzarán el Mar Negro hacia el estrecho del Bósforo, en Turquía, donde se establecerá un centro de coordinación conjunto en Estambul, que incluye representantes de la ONU, Ucrania, Rusia y Turquía. Asimismo, este centro será el encargado de examinar los barcos que entren en Ucrania para garantizar que no lleven armas o material de combate.
De igual modo, las partes rusa y ucraniana se comprometen a suspender cualquier ataque contra los barcos o los puertos que participen en estas exportaciones.
Personal de Turquía y de Naciones Unidas estará en los puertos ucranianos para confirmar la seguridad en las zonas protegidas por el acuerdo.
Como recuerda a 'The Guardian' el fundador del Instituto para la Seguridad Alimentaria Global, Chris Elliot, Ucrania es el quinto mayor exportador de cereales del mundo, y Naciones Unidas compra casi la mitad de su producto para alimentar a millones de habitantes del África subsahariana.
Ucrania además se enfrenta a la tarea de despejar las minas en el recorrido de los barcos, siempre y cuando encuentre suficientes buques para cubrir los retrasos. El éxito del plan también depende de las garantías de seguridad de Moscú y de que el presidente Vladimir Putin cumpla con su parte del trato en pleno conflicto armado.
El plazo de desminado varía. Si bien la Organización Marítima Internacional ha estimado que la eliminación completa de las minas cerca de los puertos llevaría meses, el director de la Asociación de Granos de Ucrania, Mikola Gorbachov, considera que solo haría falta 10 días para abrir el primer trayecto de salida.
¿Faro hacia la paz?
Con todo, la comunidad internacional, comenzando por el secretario general de la ONU, António Guterres, celebró el acuerdo como el primer pacto de envergadura alcanzado entre ambas partes combatientes desde el inicio del conflicto.
"Este es un acuerdo sin precedentes entre dos partes involucradas en un conflicto sangriento. Pero ese conflicto continúa y la gente muere todos los días", dijo Guterres tras la consecución de la firma tras "un largo camino" de negociaciones".
"El faro de esperanza en el Mar Negro está brillando hoy gracias a los esfuerzos colectivos de tantos. En estos tiempos difíciles y turbulentos para la región y nuestro mundo, dejemos que ese faro nos guíe para aliviar el sufrimiento humano y asegurar la paz", añadió.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, tras valorar positivamente el acuerdo dijo que mismo era "otra demostración" de que Ucrania es capaz de resistir "esta guerra".
"Hoy, nuestro Estado y todo el mundo civilizado han llegado a un acuerdo importante: existe un pacto que nos permite desbloquear los puertos ucranianos y restaurar las exportaciones agrícolas ucranianas (...). Esta es otra demostración de que Ucrania es capaz de resistir esta guerra", sostuvo.
Reiteró su denuncia de que Rusia, "desde el primer día de la invasión", habría hecho "todo lo posible no solo para cerrar el acceso de Ucrania al mar, sino también para destruir el potencial mismo de las exportaciones ucranianas". "No lo permitimos", aseguró.
Purga en la inteligencia
Otro hecho destacable esta semana que concluye y en el curso tanto de la guerra como de la política interna ucraniana tuvo que ver con la sorpresiva destitución de Zelenski al fiscal general y el jefe de la agencia de seguridad nacional, (SBU) en lo que calificó como una inaplazable reorganización pero que en realidad tuvo de trasfondo la infiltración de espías y la pérdida de una región en el sur.
El mandatario ucraniano sostuvo que se están investigando cerca de 650 casos de presunta traición, ayuda y complicidad con Rusia, por lo que otros 28 funcionarios están “en capilla” de ser despedidos, pero algunos analistas consideran que tal cambio es para reforzar su control sobre tales organismos.
Al menos tres altos responsables del SBU fueron acusados de alta traición en beneficio de Moscú estos últimos meses. Uno de ellos, Oleg Kulinich, destituido en marzo y detenido el domingo, estaba destinado en la región de Jersón.
A finales del mismo mes fue cesado el responsable del SBU en Jersón, Serguii Kryvoruchko. Y se sospecha de que otro alto cargo regional entregó mapas confidenciales sobre campos de minas antipersona a los rusos, según el jefe del consejo regional