Economías de A. Latina: bajo crecimiento y grandes incertidumbres | El Nuevo Siglo
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Sábado, 19 de Agosto de 2023
Giovanni Reyes

La región latinoamericana deja atrás los niveles de alto crecimiento económico -aumentos del producto interno bruto (PIB)- que ocurrieron luego de las grandes contracciones debido a la pandemia del xovid-19.  En muchos países, como fue el caso de Colombia, por ejemplo, esos incrementos de producción debido al repunte de los mercados -y al efecto rebote- alcanzaron rangos de entre 7% y 8%.

Ahora, considerando como un promedio entre varias estimaciones, la región crecerá para el cierre de 2023, tan sólo un 1.2%. Este dato resulta de comparar varias publicaciones recientemente dadas a conocer por organismos internacionales, tales como Banco Mundial (BM), Fondo Monetario Internacional (FMI), Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Como es de esperarse, las diferentes sub-regiones latinoamericanas, y países, tienen desempeños contrastantes. De esa cuenta, el grupo de naciones que reportaría menos crecimiento es América del Sur, con 0.6%. Constituye un estancamiento en el producto interno bruto de estos países, en medio de circunstancias de afectación climática con altas temperaturas. Estas condiciones están relacionadas con el fenómeno de El Niño, presentes desde febrero de 2023.

Importante alerta del bajo crecimiento de América del Sur consiste en que allí se ubican dos de las tres más grandes economías latinoamericanas: Brasil que crecerá 0.8% (31% del PIB regional) y Argentina con un descenso de PIB de -3.3% (10% de producción de Latinoamérica). A eso se agregaría, también, que la segunda economía regional, México, con tan sólo un 0.9% de aumento de su producción para este año. Este país contribuye con aproximadamente 26% del total de producción en Latinoamérica y el Caribe.

Los números no son tan deprimentes en América Central, con un crecimiento esperado de 3.5%. Mismo valor que se esperaría en el aumento de producción de países caribeños, sin tomar en consideración a Guyana, tal y como enfáticamente lo hace ver Cepal, en su último pronóstico de crecimiento de estas economías de reducidos mercados internos. Como ha sido casi una constante en los últimos años, países con aceptables crecimientos son República Dominicana (4.2%) y Panamá (4.5%).

Es usual que cuando se estudian las condiciones de las economías latinoamericanas se ponga de manifiesto que las mismas no crecen tan dinámicamente como, por ejemplo, las del sudeste asiático. Una razón genérica es la política económica de cada región.  Los asiáticos tienen una perspectiva más integral y sus políticas tratan de dar prioridad al crecimiento y al empleo.  Están dispuestos a sacrificar algo de inflación.

En el caso latinoamericano se hace prevalecer la estabilidad, el control de precios, el evitar a toda costa un incremento generalizado como fenómeno inflacionario. En esto también hay motivos históricos. Por supuesto que nadie desea regresar a las dinámicas galopantes con las cuales se incrementaban los precios en los años ochenta. 



Fueron los años de la “década perdida”. Fueron tiempos en los cuales se estancaron o bien retrocedieron indicadores sociales como la pobreza total y la pobreza extrema en la región. Sin embargo, es de considerar cifras actualizadas y comparativas.

Nótese que, durante los ochenta, la región creció un promedio anual de entre 1.8% a 2.1%.  Ahora, de 2014 a 2023 -incluyendo el “cisne negro” o excepcionalidad de la pandemia de covid-19- la región creció un promedio anual de 0.8%. Esto repercute en condiciones más dramáticas, aquellas que profundizan el déficit de demanda de los países.

Las condicionantes que ahora prevalecen se centran en incertidumbres económicas producto de acontecimientos mundiales y datos desalentadores. En esto último se tienen dos rasgos preocupantes: (i) bajo crecimiento económico mundial; y (ii) baja en la dinámica de intercambios, en el comercio externo.

Otro de los factores que están operando significativamente es que se están elevando las tasas de interés en los principales países desarrollados, en especial en Estados Unidos. La Federal Reserve, la entidad que hace las veces de Banco Central en Estados Unidos se encuentra implementando una política monetaria restrictiva -dadas las preocupaciones que existen respecto al control de la inflación-.

Esta elevación de tasas de interés provoca dos efectos que son particularmente importantes. 

Por una parte, tiende, casi en automático, a elevar los servicios de las deudas externas de los diferentes países. Recuérdese que este fue un rasgo estructural y estratégico que generó el problema de la deuda externa en los años ochenta.  En ese entonces el punto de inflexión fue la declaración de moratoria de México, el viernes 20 de agosto de 1982.

Por otra parte, está la atracción de flujos de dólares hacia las metrópolis que elevan las tasas de interés, de allí que se tiendan a debilitar las monedas locales.  En los mercados de los diferentes países la escasez de dólares hace que los mismos adquieran una mayor cotización.

Se estima que las tasas de crecimiento en Latinoamérica y el Caribe deberían ser no menores al 5% con el fin de que -sostenidamente- se disminuyeran los niveles de pobreza. De nuevo, estamos lejos de ese nivel de incrementos de producción, de nuevo se pospone la competitividad, la productividad más intensa y el desarrollo regional.

* Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard, Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna).