Proteger y restaurar las turberas puede reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero en 800 millones de toneladas métricas al año, lo que equivale al 3% de las emisiones mundiales, de acuerdo a un informe publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y la Iniciativa Mundial sobre las Turberas (GPI).
El informe pide inversiones de hasta US$ 46.000 millones anuales de aquí a 2050 para reducir casi la mitad las emisiones causadas por el drenaje y la quema de estos ecosistemas.
El informe Economía de la conservación, la restauración y la gestión sostenible de las turberas, escrito por Edward Barbier y Joanne Burgess, investigadores de la Universidad Estatal de Colorado, identifica que las principales causas de la mala gestión de las turberas son la infravaloración y la falta de inversión. La investigación entrega información clave sobre las turberas y da a conocer las oportunidades económicas y ambientales para impulsar inversiones públicas y privadas destinadas a la protección de este tipo de humedales.
El informe evidencia que, aunque las turberas cubren solo el 3% de la superficie terrestre mundial, almacenan al menos el doble de carbono que todos los bosques del mundo, y también son un hogar crucial para muchas especies endémicas y amenazadas.
“La inversión en turberas es una triple victoria para las personas, el clima y la biodiversidad”, dijo la profesora Joanne Burgess, coautora del informe. Burgess añade que “las turberas deben estar en el centro de las inversiones globales en soluciones basadas en la naturaleza, como parte de una estrategia global que ponga fin a la subvaloración y la falta de financiación de estos ecosistemas cruciales”.
Las turberas proporcionan múltiples beneficios ecológicos, económicos y culturales a las comunidades que las rodean, incluido el mantenimiento de los suministros de agua y el control de la contaminación y los sedimentos: más de 2.300 km2 de turberas suministran agua potable a 71,4 millones de personas en todo el mundo. Particularmente en Irlanda y el Reino Unido, las turberas suministran alrededor del 85% de toda el agua potable.
“Las turberas son un ecosistema en riesgo, y el 15% de ellas se drenan para el pastoreo, la agricultura, la silvicultura y la minería, y su degradación contribuye de manera desproporcionada al cambio climático. Otro 5-10% de las turberas en todo el mundo se degradan a través de la eliminación o alteración de la vegetación. El desarrollo de la infraestructura es otro impulsor de la disminución de las turberas”, dijo Dianna Kopansky, coordinadora mundial de turberas del Pnuma.
“Sin control, la conversión de turberas en regiones tropicales podría duplicarse a unos 300.000 km2 para 2050. Las turberas drenadas son muy propensas a los incendios forestales que emiten gases de efecto invernadero, calientan el planeta y liberan contaminantes tóxicos”, agregó Kopansky.
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“La oxidación de turba de los incendios produce el 5% de todas las emisiones relacionadas con las actividades humanas. Convertirlos en un sumidero de carbono global requeriría volver a humedecer el 40% de las turberas drenadas”, añadió Kopansky.
El informe, lanzado como parte de la contribución de la GPI al Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, concluye que la principal causa de la mala gestión de las turberas es la subvaloración de sus contribuciones económicas. Las actividades y políticas comerciales que degradan y transforman estos ecosistemas a menudo ignoran o no tienen en cuenta sus beneficios para la sociedad. Además, la conservación y restauración mundial de turberas sufre de una falta de inversión crónica.
“Demostrar los beneficios económicos del potencial de almacenamiento de carbono de las turberas proporciona una base sólida para la restauración. El valor monetario de las turberas ofrece una excelente justificación a las instituciones financieras y otros sectores económicos de que los costos asociados con la restauración de las turberas son de hecho una inversión en sostenibilidad y bienestar”, añadió Pushpam Kumar, jefe de economía ambiental del PNUMA.
La inversión anual requerida en conservación para las turberas es de entre US$ 28.300 millones y 11.700 millones, pero se necesita mucho más para volver a humedecer y restaurarlas. Invertir en una restauración rentable de turberas tendría enormes beneficios económicos y, solo en turberas tropicales, podría reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero en 800 millones de toneladas métricas por año, lo que equivale a las emisiones totales de Alemania o al 3% de las emisiones globales.
Los autores recomiendan poner fin a la infravaloración de las turberas mediante la adopción de políticas, regulaciones y otras acciones que garanticen que se tenga en cuenta el valor total de las turberas, por ejemplo, eliminando los subsidios y otras formas de apoyo financiero a la agricultura, la silvicultura, la minería y otras actividades económicas que degradan o transforman excesivamente las turberas. También, asignando los ingresos generados o ahorrados por la eliminación de subsidios, los instrumentos basados en el mercado y otras reformas de precios a la conservación, restauración y gestión sostenible de las turberas.
Los autores también recomiendan poner fin a la escasa inversión en turberas aumentando la financiación privada y pública para la protección de estos ecosistemas a nivel mundial, y estableciendo compensaciones de biodiversidad, pagos por servicios de los ecosistemas, mercados voluntarios de carbono, canjes de deuda por naturaleza y bonos verdes.