Los cinco años de los acuerdos de paz estuvieron a punto de pasar sin pena ni gloria. Fue ostensible la pereza gubernamental para registrar esta fecha de manera rotunda. Afortunadamente la visita del secretario general de las Naciones Unidas sirvió para recordar el significado que para Colombia tuvieron estos acuerdos, en los que el consejo de seguridad de la ONU jugó papel tan destacado. Fue también decisiva la actitud de presidente de la JEP, Eduardo Cifuentes, quien se echó literalmente al hombro la preparación de las reuniones de conmemoración.
Es desafortunado que el tema de la paz y de las instituciones que la enmarcan esté sirviendo de arma arrojadiza entre partidos y candidatos en la presente campaña política. Olvidando que la paz debe ser un propósito nacional y no un efímero tema de campaña electoral. Las encuestas de opinión siguen mostrando que la mayoría ciudadana respalda los acuerdos a pesar de tantos ataques infundados que a menudo se les hace. Esto lo debían registrar quienes han hecho su razón de ser atacar constantemente el proceso de paz. Contrastó esta semana, por ejemplo, que mientras el presidente Duque hizo un gesto de reconocimiento, aunque con salvedades al proceso de paz, el expresidente Uribe se dejó venir con su vitriólico ataque.
El departamento de historia del Externado de Colombia publicó hace algún tiempo un magnífico libro cuyo tema es simple, pero trascendental: ¿Cómo finalizaron todas y cada una de las numerosas guerras civiles del siglo XIX? La conclusión es rotunda: todas, sin excepción, terminaron en concesiones, indultos y amnistías generosas para con los perdedores. La lectura de este libro deberían hacerla quienes encuentran inconcebible que se hubiera creado la JEP o la justicia transicional. O que se hayan habilitado curules en el congreso para las Farc y las víctimas. ¿En qué estaríamos si hace cinco años no se hubieran firmado estos acuerdos y si no hubieran entregado las armas más de 10.000 militantes de las Farc? Es bueno reflexionar sobre esto.
¿Ha habido falencias en la implementación de los acuerdos? Claro que sí. Los extendidos cultivos de coca y los permanentes asesinatos de líderes cívicos y defensores de derechos humanos son acaso la más viva comprobación.
Tanto el instituto Croc de la Universidad de Notre Dame como el Cerac dan cuenta periódica, en la minuciosa contabilidad que llevan sobre la manera como se vienen cumpliendo los acuerdos, que ha habido fallas y tardanzas. Muchas de ellas indefensables.
A propósito: corre el rumor de que el gobierno no está interesado en renovar el mandato de seguimiento que realizan estas dos entidades. Sería muy grave. La implementación correcta y honesta de los acuerdos depende, en gran medida, de que haya veedores independientes y creíbles como lo son el instituto Croc y el Cerac.
No solo durante el gobierno Duque sino desde el anterior ha habido lo que podríamos denominar una “desidia presupuestal inexcusable”, para dotar de fondos presupuestales adecuados a las instituciones encargadas de implementar los acuerdos de paz. La apropiación de recursos no ha estado durante los últimos años a la altura de la noble tarea asignada. Ojalá el próximo gobierno corrija esta deficiencia que abre una brecha permanente entre el discurso grandilocuente de los gobiernos y las pobres realidades del posconflicto.
La mesa de la paz está coja al haberse suspendido las negociaciones con el Eln. En buena parte por razones atribuibles al mismo Eln que no han comprendido que como grupo alzado en armas debe respetar el derecho internacional humanitario. DIH que todos los días vulnera con sus actuaciones terroristas y criminales.
Pero no podemos, como sociedad, tirar las llaves de la búsqueda de la paz al fondo del mar. Ojalá que el Eln comprenda que si no cambia lo va a dejar el tren de la historia, y que el próximo gobierno tenga lucidez para reanudar las conversaciones de paz con este grupo.
Es indispensable reparar la pata que le queda rota a la mesa de la paz. Ojalá que cuando celebremos el próximo lustro de los acuerdos, podamos estar hablando de una paz completa para Colombia.