¿Qué motiva a los pepobucos, la clase de periodistas, políticos, burócratas y académicos que domina el discurso público en Colombia?
Es necesario empezar por los últimos, los moradores de las entidades de educación superior que gradúan a los futuros pepobucos, como regla general en facultades de ciencias sociales o humanidades.
Mitchell Langbert del Brooklyn College en Nueva York, quien estudió la afiliación política de los profesores en 55 de las primeras 66 universidades de artes liberales en EE.UU., encontró que en el 78.2% de ellas “o hay cero Republicanos, o son tan pocos que no hay diferencia alguna” en cuanto a revertir el sesgo hacia la izquierda.
En Colombia el dominio izquierdista de la academia es muy similar, entre otras razones porque un buen porcentaje de los pepobucos criollos de mayor rango son egresados de universidades estadounidenses. También está la moda intelectual de importar lo peor de la academia norteamericana, como la obsesión con toda diversidad menos la intelectual, y la cultura de la cancelación que está acabando con la libertad de expresión en Occidente.
Otra razón detrás de la inclinación "progresista" del pepobuco es la que detectó, entre otros, Ludwig von Mises: dada su usual condición de perpetuo asalariado y la naturaleza burocrática de su oficio, donde el avance depende sobre todo de evaluaciones entre un número reducido de pares, el académico suele resentir el éxito económico de quien prospera con menos educación formal que él en el mercado, donde las masas de consumidores determinan quién triunfa y quién fracasa.
Dada su aversión al tipo de riesgo que necesariamente debe asumir el creador de una empresa, el pepobuco desconfía profundamente de las fuerzas espontáneas del mercado y busca someterlas al control de los “expertos”. Donde no se puede imponer un aparato tipo soviético de planificación central, idea que no desagrada al pepobuco, éste recurre a la siguiente mejor opción desde su perspectiva: la asfixiante regulación desde la burocracia estatal, la cual domina y expande.
De hecho, un truco de los pepobucos como clase es inventar la necesidad de incontables regulaciones, que crean la necesidad de nuevas entidades burocráticas, cuyas nuevas chanfainas crean la necesidad de maestrías en ciertas universidades.
Dados sus orígenes pepobucos, no sorprende que los periodistas confundan a la sociedad con el Estado; por ello, cuando hablan de “política social”, realmente se refieren a la repartición de subsidios.
Finalmente está el político profesional, quien suele pasar directamente de la universidad al sector público. Como escribe el autor Mark Brolin, el político moderno está postrado frente a la moda académica en vez de ejercer un saludable escepticismo empírico. Su sobrevivencia y eventual avance a las máximas estancias- empezando por el Congreso- dependen de seguir los vaivenes de la opinión pública, la cual intentan forjar los demás pepobucos. De ahí surgen sus prioridades, como su obsesión con la desigualdad pese a sus astronómicos ingresos provenientes del erario.
El potencial de Colombia yace en los sectores pujantes e innovadores. El dominio pepobuco es un factor de estancamiento.