Ojo escrutador de Webb revelará “si estamos solos” | El Nuevo Siglo
Foto Nasa
Domingo, 12 de Diciembre de 2021
Redacción internacional con AFP

SUPERANDO y, de lejos, a sus antecesores en tamaño y potencia, el telescopio James Webb tiene una misión imposible hasta ahora: responder a los dos grandes interrogantes de la humanidad: ¿De dónde venimos? y ¿Estamos solos en el universo?

Solo conocemos un planeta Tierra, pero fuera de nuestro Sistema Solar hay innumerables estrellas que albergan exoplanetas, y que este telescopio con sus potentes instrumentos podrá escrutarlos para determinar si hubo o hay vida.

James Webb ayudará a escrutar con sus potentes instrumentos.

Todo está listo para que este gigante explorador sea enviado al espacio, una proeza que los científicos aguardan desde hace 30 años para explorar los rincones del universo.

El telescopio de la Nasa, que se convertirá desde el próximo 22 en el gigante ojo escrutador del espacio, sigue los pasos del mítico Hubble, y su objetivo no podría ser más ambicioso.

El "JWST" (James Webb Space Telescope, en honor de un exdirigente de la Nasa) fue diseñado en colaboración con la agencia espacial europea (ESA) y canadiense (ESC). 

Innumerables problemas de concepción provocaron que su lanzamiento fuera aplazado, mientras que los costes se triplicaban, hasta llegar a los 10.000 millones de dólares.

El aparato fue fabricado en Estados Unidos, y su lanzamiento a bordo del cohete Ariane 5 se realizará en Kourou, en la Guayana Francesa.

Una revolución

"Estamos muy emocionados, esperamos este momento desde hace mucho tiempo", explicó Pierre Ferruit, uno de los científicos a cargo del proyecto de telescopio en la agencia ESA.  

La lista de espera para poder acceder a horarios de observación está creciendo. "Ya hemos recibido más de 1.000 propuestas tan solo para el primer año de servicio" del aparato, explica este experto.

Eso demuestra que "las cuestiones por las cuales el 'Webb' fue concebido siguen siendo actuales, 20 años después", añade.

Es un telescopio sin igual por su talla y complejidad, dotado de un inmenso espejo compuesto de 18 segmentos hexagonales.

Su diámetro es de 6,5 metros, tres veces el del Hubble, que empezó a operar en 1990, y que tuvo que superar graves problemas técnicos cuando fue desplegado.

El espejo del Webb ha sido plegado como un origami para poder colocarlo en la nave que lo situará en el espacio. Como en el caso del Hubble, el despliegue será una operación sumamente delicada. Su parasol tiene la talla de una cancha de tenis.

Una vez situado en la órbita del Sol, a unos 1,5 km de la Tierra, y correctamente desplegado, los científicos deberán calibrar sus cuatro instrumentos de medición.

A título de comparación, el Hubble está situado a "apenas" 600 km de nuestro planeta.

El emplazamiento del Webb, conocido como Lagrange 2, ha sido minuciosamente escogido. Su posición permite que "la Tierra, el Sol y la Luna estén situados del mismo lado de su parasol, lo que le permite permanecer en la oscuridad y bajo un gran frío", explica Pierre Ferruit. 

De esta forma, el Webb quedará a resguardo de cualquier perturbación, condición indispensable para su gran misión: rastrear el mundo invisible de los rayos infrarrojos, un mundo al que el Hubble no tiene acceso.


Además lea: Venezuela: de nuevo el laberinto de la legitimidad


Un abejorro en la Luna

"Es tan potente que es capaz de ver un abejorro a 380.000 km de distancia, es decir la distancia entre la Tierra y la Luna", explica el cosmólogo John Mather, uno de los padres científicos de la misión.

El JWST, esperan los científicos, será capaz de detectar las débiles señales luminosas emitidas por las galaxias primigenias. Eso sucedió a una distancia gigantesca, es decir, hace mucho, mucho tiempo, puesto que en el espacio, la luz de las estrellas mide en realidad el tiempo que transcurre hasta que la detectamos.

El Hubble pudo observar el universo hasta 500 millones de años después del Big Bang. El Webb podría llegar a "solamente" 200 millones, tras la explosión que hizo nacer el universo, hace 13.800 millones de años.

"Nos hacen falta apenas algunos párrafos clave de ese primer gran capítulo de la Historia", explica Amber Straughn, astrocientífica de la Nasa.

El James Webb también permitirá explorar los exoplanetas en torno a otras estrellas. Cerca de 5.000 de esos objetos astrales han sido detectados, tan solo en nuestra galaxia. Y algunos de ellos, como sucede con la Tierra, no están ni demasiado cerca ni demasiado lejos de su estrella.

Algunos de esos objetos espaciales son gigantescas masas gaseosas, como Júpiter o Neptuno, otros son rocosos, como la Tierra. Todos están demasiado lejos para ser observados directamente, y además los que más interés suscitan, los rocosos, son pequeños y difíciles de localizar.

Hasta el momento los astrónomos solo han logrado detectarlos cuando pasan delante de sus estrellas, ya que se producen variaciones de luminosidad.

Con esa observación apenas han logrado determinar su talla y densidad, pero los científicos no logran averiguar su composición atmosférica, ni lo que sucede en su superficie.

'Ver sus entrañas'

Esa es la tarea del Webb, que desplegará una obra maestra de la tecnología astronómica: el Instrumento de Infrarrojos Medios (MIRI), equipado con una cámara y un espectrógrafo para detectar ese tipo de emisión lumínica que es invisible al ojo humano.

"Revolucionará la manera cómo vemos las atmósferas de los planetas. ¡Vamos a poder ver sus entrañas!" exclama Pierre-Oliver Lagage, de la agencia espacial francesa, que ha trabajado en el MIRI.

Ferruit, por su parte, explicó que el MIRI será capaz de analizar el rastro infrarrojo que deja la luz cuando se filtra a través de la atmósfera de un planeta, a su paso delante de su estrella.

De esta manera, agrega, los científicos podrán averiguar si esa atmósfera contiene moléculas como el vapor de agua, el monóxido de carbono o el metano.

Esas tres sustancias están presentes en la atmósfera de la Tierra y podrían potencialmente mostrar actividad biológica en la superficie del exoplaneta en cuestión.

"Imaginar que hace veinte años apenas conocíamos los exoplanetas, y que ahora podremos saber la composición de sus atmósferas, eso es enorme", añadió Ferruit.

"Mi sueño sería descubrir una atmósfera en torno a un planeta rocoso en una zona habitable, con moléculas de agua" explica René Doyon, del Instituto para la Investigación de los Exoplanetas de Montreal, y responsable de otro instrumento a bordo del Webb.

Pero ese camino es incierto. Los astrónomos creyeron recientemente que habían descubierto fosfano, un gas asociado con actividad biológica, en Venus. Pero los análisis demostraron posteriormente que esa pista era falsa.

Aunque el telescopio Webb podrá detectar moléculas biológicas, conocer su origen estará probablemente "fuera de su alcance", advierte Doyon.

"Por ahora buscamos las condiciones favorables a la vida, como la presencia de agua líquida", indica.

Para empezar, el Webb ya está configurado para examinar el sistema planetario Trapista-1, a unos 40 años luz de la Tierra. Ese sistema cuenta con siete planetas, siete de ellos en una zona habitable, cerca de una estrella enana que no es excesivamente brillante.

Webb podría provocar una nueva clasificación astronómica. "El descubrimiento de los exoplanetas está lleno de sorpresas", advierte Doyon.

Hay entusiasmo y expectativa científica sobre este ambicioso proyecto y la puesta en órbita de este gigante y potente ojo escrutador. Y aunque no pueda responder, a cabalidad, de si hay vida extraterrícola, si aportará muchos datos claves de la exploración espacial.