En el discurso los líderes mundiales han descartado la posibilidad de una ‘Guerra fría’, pero con sus decisiones políticas están calentando el terreno para una confrontación política, ideológica y económica que tendría un impacto mucho mayor al registrado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
A comienzos de este año, en el telemático Foro Económico Mundial, el presidente de China, Xi Jinping alertó sobre el peligro de una “Guerra Fría” por el “multilateralismo selectivo”, en mensaje directo a su homólogo norteamericano, el recién posesionado Joe Biden. Y aunque reiteradamente tanto ellos como otros líderes globales han ‘enterrado’ ese fantasma que amenaza con revivir ante los constantes picos de tensión, en el trasfondo están conformando un nuevo escenario geopolítico tan poderoso como complejo.
Biden ha mantenido la férrea política de su antecesor, el republicano Donald Trump con sus tradicionales rivales, China y Rusia. Pero, a diferencia de la pasada administración, revivió la alianza con los europeos y la Otan para encarar los desafíos que, en todos los ámbitos, le plantean esas potencias.
En todos los temas que tensionan la relación bilateral, las líneas rojas están perfectamente delineadas, al igual que los inamovibles. Y por ello los encuentros virtuales que sostuvo Biden tanto con Jinping como con el mandatario ruso Vladimir Putin quedaran en tablas, es decir: cordialidad, mucho diálogo y cero acuerdos.
En contraste, el que sostuvieron el miércoles de esta semana Jinping y Putin culminó con una reforzada cooperación en materia de sanidad y seguridad, así como en la reafirmación de una relación ‘modelo’ que coincidieron en destacar es "mejor que una alianza".
Con Jinping ungido hace pocas semanas por el Comité Central del Partido Comunista como el poderoso líder que llevará a China a convertirse en una indiscutible potencia en el corto plazo, una especie de Mao del Siglo XXI y un Putin tan fuerte como inamovible en el poder ruso, se consolida un eje geopolítico poderoso, natural contrapeso a Estados Unidos y sus aliados en todos los ámbitos, desde la influencia comercial hasta la expansión territorial, como lo evidencia la reciente anexión rusa a Crimea, el alto riesgo de invasión a Ucrania y el reclamo chino de soberanía taiwanesa.
Es en este marco que destaca el reciente encuentro entre Putin y Jinping porque la reafirmación de buena relación entre sus países deja entrever el proyecto político de largo aliento que están consolidando.
En la mencionada videoconferencia, los dos coincidieron en que la relación de Rusia y China es "mejor que una alianza" (tácito mensaje a Biden quien reiteradamente utiliza esta palabra para referirse a sus socios europeos) y expresaron su solidaridad el uno con el otro ante el aumento de la tensión con Occidente.
Para Xi Jinping, "la efectividad excede el nivel propio de una alianza", tal y como lo confirmó el asesor del Kremlin en materia de política exterior, Yuri Ushakov. "Esto refleja la esencia de las relaciones entre los dos países", sostuvo.
El mandatario chino calificó a Putin de "viejo amigo" y recordó que Moscú ha apoyado "firmemente" a Pekín a la hora de defender sus intereses.
El tono amistoso de la conversación, retransmitida en parte por la televisión rusa, contrastó con las críticas occidentales hacia Moscú, sospechoso de preparar una invasión de Ucrania, y hacia Pekín por la represión en Xinjiang y Hong Kong.
Putin alabó la relación entre las dos potencias, basada en la "no injerencia", el "respeto de los intereses de cada uno" y su "determinación de transformar la frontera común en un cinturón de paz eterna y buena vecindad".
"Considero estas relaciones como el verdadero modelo de la cooperación interestatal en el siglo XXI", dijo el dirigente ruso a su "querido amigo" Xi Jinping.
De su lado, el presidente chino destacó la "vitalidad" de las relaciones bilaterales y estimó que los dos países se han convertido en los representantes del "verdadero multilateralismo y la defensa de la igualdad internacional y la justicia, según registró la agencia Xinhua.
Los mandatarios acordaron aumentar los contactos para hacer frente al coronavirus y lograr garantías de seguridad a nivel global. En este sentido, Pekín ha trasladado su apoyo a la iniciativa de Moscú para "establecer un sistema de garantías de seguridad global", según sostuvo el vocero Ushakov.
"Dado que el presidente (chino) ha señalado deliberadamente que apoya las demandas de garantías de Rusia, entonces, por supuesto, es muy consciente de esto y comprende qué es lo que le preocupa a Rusia en sus fronteras occidentales", agregó.
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Comercio y deportes
Sobre los intercambios comerciales, los dos presidentes acordaron aumentar el flujo económico entre las partes. Así, tanto Putin como Xi abogaron por "aumentar la participación de las monedas nacionales en los acuerdos mutuos y por ampliar la cooperación para garantizar el acceso de los inversores rusos y chinos a los mercados bursátiles" de cada Estado.
"Se prestó una atención especial a la necesidad de intensificar los esfuerzos encaminados a formar una infraestructura financiera independiente, que garantice las operaciones comerciales entre Rusia y China. Crear una estructura en la cual no pudieran influir terceros países", destacó el alto cargo ruso.
También acordaron encontrarse "en persona” en Pekín en febrero en ocasión de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno (4-20 de febrero), justas blanco del boicot diplomático (solo asistirán los atletas) por Estados Unidos, Australia, Canadá, Reino Unido y otros países europeos como protesta por las violaciones a los derechos humanos en China, específicamente contra los uigures, la minoría étnica musulmana.
Putin indicó que tanto Xi Jinping como él se oponen a "toda tentativa de politizar el deporte y el movimiento olímpico" y que el mencionado boicot diplomático es un intento de politizar los Juegos.
Rusia, de hecho, también se cree víctima de la instrumentalización del enorme escándalo de dopaje que mina desde hace años su credibilidad deportiva, aunque Moscú niega toda implicación.
Acusada en 2015 de haber organizado un sistema de dopaje estatal, Rusia fue suspendida de las grandes competiciones internacionales hasta 2022 y sus atletas "limpios" solo pueden competir como participantes neutrales.
Además, sus responsables políticos, incluido Putin, no pueden asistir a estas competiciones salvo que sean invitados por el jefe de Estado del país organizador, como ocurrirá en Pekín.
Esta videoconferencia ilustró la proximidad entre ambos dirigentes, especialmente en comparación con las conversaciones menos cordiales mantenidas recientemente por ambos con el presidente estadounidense Joe Biden.
El eje de contrapeso chino-ruso es evidente no sólo por sus renovados vínculos en economía, defensa y energía sino por la férrea línea que mantienen, de tiempo atrás, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas donde son miembros permanentes.
Con una China en constante ascenso político, tecnológico, comercial e inversionista a nivel global y un ‘socio’ de peso e influencia como Rusia, se configura un gran cambio global, tal cual lo expresó Jinping en el Foro Económico al señalar que “crear clanes, rechazar, amenazar o intimidar a los otros (...) solo llevará al mundo a la división, al peligro de una nueva guerra fría". No será ahora, de seguro tardará años, pero la hoja de ruta está trazada y se han dado los primeros pasos.