El pálido y destemplado final del gobierno Obama es la perfecta antesala para lo que vendrá en los Estados Unidos y el hemisferio con la posesión del nuevo presidente, el próximo 20 de enero.
Al no poder construir el equilibrio de poder global con Rusia, tarea a la que se consagrará Trump, terminó expulsando diplomáticos en una clara confusión entre la política doméstica, marcada por su frustración ante la derrota de Clinton, y la política externa, marcada por la debilidad de la que se han beneficiado todo tipo de transgresores.
Asimismo, quebró la unidad estratégica con Israel al facilitar su condena diplomática en el Consejo de Seguridad, desconociendo así el rol de Tel Aviv en la frágil estabilidad en Medio Oriente, todo un trauma que se solivia cuando Trump exclama, "Resiste, Israel, que el 20 de enero ya está cerca".
Pero, sobre todo, al obstinarse en favorecer a la dictadura castrista, que está a punto de entrar en otro "periodo especial", lo único que ha conseguido es despertar la ilusión de que se le ponga coto cuanto antes a los desmanes del castrismo que, si hoy se sostiene, es gracias al oxígeno de turistas y algunos comerciantes norteamericanos.
Porque si alguien conoce bien la ominosa realidad en que vive Cuba, pero también Venezuela, es el nuevo secretario de Estado, Rex Tillerson, víctima en primera persona.
Y no solo él. Tanto el nuevo consejero de Seguridad, general Michael Flynn, como el director de la Seguridad Interna, general John Kelly (anterior jefe del Comando Sur), y el propio secretario de Defensa, general James Mattis, entienden al dedillo las verdaderas dimensiones de la Alianza Bolivariana, de tal modo que su visión sobre Caracas, La Habana y las Farc coincide perfectamente con la de Tillerson en el delicado asunto de las guerras híbridas y el terrorismo simbiótico.
Como si fuera poco, esta nómina se ve reforzada con un buen número de cubanoamericanos encargados de delinear el diálogo con los actores que violan el orden democrático liberal.
Se trata de John Barsa y Carlos Curbelo, antiguos colaboradores del excongresista Lincoln Díaz-Balart ; pero también de Mauricio Claver-Carone, experto en sanciones económicas ; Yleem Poblete, conocedora del marxismo ; y el profesor de ciencia política, Carlos Díaz-Rosillo, entendido en materia de autoritarismo y transiciones exitosas.
En pocas palabras, la antítesis de la pusilanimidad, la ingenuidad y la complacencia, principales factores que explican por qué durante los últimos años proliferaron en la región el crimen organizado, la complicidad, la impunidad y el desconocimiento de la voluntad popular.