Con ocasión de la serie Cien Años de Soledad, han aparecido entrevistas de Gabriel García Márquez, que antes no había registrado. Hay una especial con Germán Castro Caicedo, en donde el Nobel habla de los mitos alrededor de su riqueza y de la importancia de la revolución, señalando que ojalá tuviera más riqueza para financiar la revolución, porque vivir bien le ha enseñado lo que los pobres no tienen.
Con el paso de los años he descubierto que es la libertad de hacer y decidir nuestro propio porvenir lo que en realidad marca el camino de nuestro destino y a partir del cual cada uno puede estar en posibilidad de construir riqueza.
La erradicación de la pobreza no es solo una expectativa para los gobiernos o las organizaciones sociales; es también un objetivo prioritario para los empresarios. En un entorno donde la pobreza limita el desarrollo y frena el potencial de las comunidades, la verdadera revolución debe ser el ejercicio de la libertad y la colaboración constante entre los distintos sectores de la sociedad.
Imaginemos un mercado de información libre y accesible, donde los ciudadanos y las empresas puedan evaluar en tiempo real cómo se gestionan los recursos y los proyectos que impactan el bienestar colectivo. Esto es posible gracias a que las nuevas herramientas tecnológicas pueden facilitar una transparencia sin precedentes, permitiendo que cada acción y cada gasto sea trazable. Ello no solo aumenta la confianza, sino que también genera un entorno donde la colaboración entre sectores sea realmente más efectiva.
Cuando los empresarios están generando empleo, invierten en innovación y lideran con propósito, contribuyen significativamente a erradicar la pobreza. Esto no requiere subsidios ni una intervención estatal excesiva; lo que se necesita es un marco de reglas claras y justas que premie la iniciativa y el esfuerzo. En el fondo, lo que está haciendo es equilibrar los excesos centralistas que solo conllevan a dejar la decisión en unos pocos, en modelos que por siglos han mantenido discursos, pero no han dado solución a las necesidades locales, sobre todo las de las zonas más alejadas del centro.
Un empresario que crea empleos dignos y genera valor en su comunidad, o una madre que organiza redes de apoyo local, son ejemplos de cómo las soluciones pueden surgir desde abajo. En un entorno donde las barreras regulatorias se reducen y los mercados son abiertos y competitivos, los micro-liderazgos tienden a florecer y las comunidades a prosperar.
El papel de las instituciones debe ser el de facilitador y no el de director. Garantizar un marco de transparencia, justicia y respeto por los derechos individuales promueve que la creatividad e innovación sean herramientas para la transformación social. Esta es una revolución basada en la acción libre, voluntaria y de colaboraciónn.
La descentralización también es clave en este proceso. Las decisiones que afectan a las comunidades deben tomarse cerca de ellas, asegurando que las soluciones respondan a sus necesidades reales. Gobiernos locales, empresas y ciudadanos tienen una oportunidad única para liderar esta revolución desde su territorio, ratificando que las transformaciones son posibles desde la base.
Este es el momento de actuar. Desde abajo, con principios claros y con la certeza de que el progreso surge del esfuerzo y compromiso individual y del respeto. Actuemos en el 2025, como el año en que entendimos que la revolución comienza con la colaboración y que la libertad es la clave para construir un futuro sin pobreza.