En apenas un año, el gobierno de Javier Milei ha logrado levantar a Argentina de una de las peores crisis económicas del planeta. Recibió una inflación mensual del 25.5% en diciembre del año pasado, al borde del abismo hiperinflacionario, cifra que redujo gradualmente a menos de 3% en octubre y noviembre de 2024. Recibió un estado completamente insostenible, producto de décadas de derroche desmesurado. A pesar de ello, terminó el 2024 con un superávit fiscal, el primero en catorce años.
A la vez, ha impulsado enormes avances estructurales para favorecer la inversión y el comercio. Según la Fundación Libertad y Progreso, las reformas de Milei en el 2024 serán suficientes para que Argentina suba del puesto 145 al 84 en el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage, alcanzando un puntaje de 59.3 sobre cien. Por primera vez desde el año 2002, Argentina y Colombia son países con niveles comparables de libertad económica.
Todos estos avances han contribuido a una considerable reducción del índice de riesgo país de la economía austral, medido por el banco JP Morgan. En diciembre de 2023, esta cifra se ubicaba en aproximadamente 20 puntos, comparable a los niveles de Ecuador y Bolivia. Hoy, se ubica a alrededor de 7 puntos, alrededor del 58% de Ecuador y el 34% de Bolivia.
Por más magníficos que hayan sido estos logros, apenas empiezan a traducirse en una mejor calidad de vida para los argentinos con respecto a sus expectativas recientes. La pobreza heredada del gobierno anterior, que terminó de ascender a mediados del 2024, escasamente comienza su descenso, mientras que el crecimiento económico anual permanece en territorio negativo. Estos vestigios del modelo kirchnerista han permitido a los críticos de Milei, tanto domésticos como internacionales, demonizar a su gobierno como un ejemplo más del supuesto “fracaso neoliberal.” Sin embargo, al menos en el plano económico, considero que, a partir del año 2025, aquellas críticas quedarán despojadas de cualquier fundamento, y quienes insistan en ellas delatarán la profundidad de su ignorancia o deshonestidad intelectual.
Según los pronósticos conservadores del Fondo Monetario Internacional, Argentina alcanzará un crecimiento económico del 5% el próximo año, muy por encima de países como Perú (2.6%), Colombia (2.5%), Chile (2.4%) o Brasil (2.2%). Este crecimiento, que se traduciría en mayores salarios y menores niveles de pobreza, podría ser aún mayor considerando las políticas contempladas por el gobierno para el 2025. Buscarán eliminar todas las restricciones al movimiento de moneda extranjera, conocidas en conjunto como el “cepo cambiario”, eliminando así el mayor obstáculo al crecimiento que todavía sigue vigente. Promoverán la libre competencia de monedas, permitiéndole a los argentinos ejecutar cualquier transacción en la moneda que escojan, salvo el pago de los impuestos. Eliminarán el 90% de los tributos, en su gran mayoría nocivos por generar distorsiones de mercado e insignificantes en términos presupuestales. En materia de seguridad, promoverán una ley contra el crimen organizado basada en el éxito de la Ley R.I.C.O de los Estados Unidos, diseñada en ese país para acabar exitosamente con la mafia italo-estadounidense del siglo XX.
Estas y otras propuestas ya no corresponden a los dolorosos correctivos que necesitaba una economía profundamente disfuncional, sino los ambiciosos avances de un país que será ejemplar, digno del estudio minucioso de todos los estadistas de la región. La república argentina tendrá un año plateado que servirá de superficie resplandeciente, para que el resto de América pueda vislumbrar el reflejo de su decadente mediocridad.