“Hay una gavilla para desestabilizar a Duque”
NADIE pone en duda el derecho a la protesta social. Lo que rechazamos, mirando el aterrador espejo del vecindario, es el vandalismo y la sinrazón de quienes, valiéndose del derecho a la protesta, destruyen la propiedad pública y privada.
Es, entonces, imperativa la reglamentación de la protesta social, una de las primeras propuestas por la que fue crucificado malintencionadamente el exministro Botero, porque reglamentar no es prohibir; es poner límites, pues todo derecho los tiene, tanto para los manifestantes como para la Fuerza Pública; es respetar los derechos de quienes, libremente, no quieren protestar.
Reglamentar es, también, establecer responsabilidades a quienes convocan. Personalmente pienso que es irresponsable y malintencionada la convocatoria del 21 de noviembre, no solo en un momento de crispación política y desenfrenos violentos en el continente, sino contra un gobierno que atendió el clamor de los estudiantes -no los entiendo-, que ha respondido a las expectativas salariales de los trabajadores, que lucha contra la inseguridad y la violencia heredadas, y de contera, contra mezquinos intereses políticos.
Estamos frente a una gavilla para desestabilizar al gobierno de Iván Duque; no porque sea bueno o malo, porque haya subido o bajado el desempleo, porque la economía vaya tan bien como la ven desde afuera o tan mal como la ven desde adentro, porque esté comprometido con quienes de veras quieren la paz, o porque ataque con decisión la violencia en campos y ciudades, por cuenta de una paz mal hecha y de su inmediata consecuencia: el narcotráfico.
A ese club de indignados por todo y por nada solo los une su antigobiernismo y ni siquiera necesitan ponerse de acuerdo, porque, simplemente, el enemigo de mi enemigo es mi amigo.
Petro no se resigna a su derrota en las urnas y cumple su amenaza de mantener al pueblo en las calles, sin importarle las consecuencias, porque son las que él persigue: desestabilizar la democracia para instaurar el socialismo bolivariano de sus mentores.
La izquierda, que cobija a los impunes narcoterroristas, asesinos y abusadores, beneficiarios de la paz de Santos y hoy sentados en el Congreso o, simplemente, “volados”; persigue lo de siempre: la instauración de un sistema basado en la utopía de la igualdad, la lucha de clases, el control estatal de la economía y de los derechos a la propiedad privada y la libre empresa, entre otros. Y eso tiene nombre: comunismo.
El “centrosantismo”, que hoy se viste de patria y de indignación, no se resigna a abandonar el trueque extorsionista de apoyos por mermelada. El problema no es Botero ni Carrasquilla, ni siquiera los muertos del narcotráfico, que Santos nos dejó como herencia maldita, sino los muertos de “este gobierno”; el problema es atacar al gobierno de los “enemigos de la paz”, que ellos crearon para polarizar al país, porque media Colombia, que también quería la paz, le dijo NO al acuerdo fariano y casi echa a perder el Nobel.
Y claro…, están los narcotraficantes, interesados en la anarquía que favorece su negocio. Y está “la opinión”, el sentir de millones de colombianos, con mucha información, pero “desinformados” por las redes y por algunos medios que añoran la bonanza de la pauta oficial que pagó su apoyo entusiasta.
Esos son los intereses detrás del paro nacional. Si usted va a marchar, póngase la mano en el corazón y, con responsabilidad, piense en su propio mañana y en el de Colombia. Chile no está lejos. Y lo que esperamos quienes NO marcharemos, es que la Fuerza Pública contenga con firmeza a todo aquel que pretenda desbordar los límites de sus derechos.
@jflafaurie