La excelente primera columna de Daniel -el viejo- en “Los Danieles”, -los jóvenes- ha servido para poner a reflexionar, a la Colombia que estudiaba, cavilaba y razonaba.
Algo más avieso tiene esa proteína envuelta en grasa, que apareció como una corona conducida por un virus que aterra al mundo.
Covid-19, encegueció a nuestros dirigentes, a nuestros gobernantes y a los falsos líderes que manejan las cosas a su antojo. Hizo florecer, aparecer y fortalecer el desprecio, el odio y la inquina con que se maneja la paz, para depositarlos sobre los ancianos, viejos y abuelos, que aún, y quien sabe por cuento tiempo más, no han pasado a “chupar gladiolo”.
Ese numeroso grupo poblacional colombiano, el que tanta gloria le ha dado a este país, en las letras, la honesta política, las sanas costumbres, la justicia, la equidad y la sociabilidad, fue confinado a cuatro paredes, so amenaza de lanzarlo a las garras de la corona.
Son más de 5 millones de compatriotas los que no han vuelto a ver el sol. Fueron condenados a las chancletas y a la ropa alcanforada que salió de los anaqueles.
Antiguamente a los mayores de 60, se les trataba con respeto. Existía un vocablo que desterraba los falsos títulos que frecuentemente hoy usurpan sin mérito, los hijos de los “prohombres”. Nadie reclamaba el mote o remoquete de ¨doctor¨, que con furia exigen quienes a duras penas han cursado un pregrado.
Señor o señora, eran los títulos que la hidalguía y el abolengo les conferían a los viejos, abuelos o adultos mayores.
Recuerdo mis encuentros con Iván Duque Escobar, cuando acudíamos al Rochester, donde Juan Pablo Aljure nos entregaba las notas de nuestros hijos, educados en tan laureado claustro. Por estas calendas, al exministro, lo hubieran condenado a las cuatro paredes que merecemos los mayores de 60. Eran otras épocas que los “muchachos de hoy”, no han vivido, pero que en el 2050, harán parte del 14 por ciento de los viejos, abuelos o adultos mayores colombianos, con amigos ausentes a los que llamarán “finados”.
Hasta hace muy poco, esos vejestorios, garantizaban rectitud en la justicia, en los altos cargos, las letras, el deporte y la cultura. Eran miembros imprescindibles de foros y “Grandes Comisiones”, que analizaban profundas decisiones de Estado. Eran miembros de las Comisiones de Relaciones Exteriores, para evitar erróneas decisiones que últimamente nos han costado prestigio y seriedad.
Hoy son estorbos, a los que solo les preguntan: ¿de qué me hablas viejo?
BLANCO: El apoyo que se merece nuestra aviación, si queremos turismo.
NEGRO: Las lanchas que se llevó el rio para Venezuela.