Comencemos por datos fundamentales. Un Concordato puede definirse como: “un convenio entre la Iglesia Católica y una Potestad Civil, que regula el tratamiento de asuntos de mutua competencia, para evitar conflictos, y para realizar armónicamente acciones en bien de las comunidades a su cargo”.
Clara y sabia norma al respecto lo expresado por el propio Jesucristo: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 11, 15-21). Los conflictos entre la competencia de uno y otra han sido resueltos con actitudes de persecución a muerte desde lo hecho con Juan Bautista y al propio Jesucristo, y, a sus seguidores a lo largo de los siglos, o ser tratados con altura y espíritu de colaboración y entendimiento, con pactados claros y efectivo cumplimiento. Es el propósito de un buen Concordato, que llegue a ser historia de “satisfactorios avances” y no “historia de dolores”, como se han convertido algunos de ellos.
Se han tenido épocas como la del Emperador Constantino, con gran proteccionismo a la Iglesia de Cristo, que pronto han traído grandes dificultades, ante fracturaciones de ésta, y la tendencia de los gobernantes a entrometerse en el nombramiento de autoridades eclesiásticas, y hasta en querer tenerlas sujetas a ellos.
Al avanzar la Conquista y Colonia de los países del Nuevo Mundo, existieron convenios entre países conquistadores como España y el Papa, cabeza visible de la Iglesia Católica, bajo el título de “Patronato”. Hubo ventajas y desventajas, y tendencia a acallar a los Misioneros Católicos, y autoridades eclesiásticas, en sus justos reclamos de abusos de conquistadores y autoridades gobernantes coloniales.
Al presente, (2023) hay 183 Estados que mantienen relaciones con la Santa Sede, de los cuales unos 91 con Concordatos. Son de recordar desde el suscrito con la República de Venecia en 1500, después con España en 1577, con Estados Unidos en 1893. Grandes Tratados, estilo Concordato, se han tenido como el de “Worms” (1122) entre el Papa Calixto II y el Emperador Alemán Enrique V, sobre tema “Investiduras”, y nombramiento de Obispos. Igualmente, gran Tratado de la Iglesia Católica, el “Pacto de Letrán” (1929), entre Pio XI y Benito Mussolini en Italia.
Al llegar los países del Nuevo Mundo a su independencia, vienen pronto, tentativas de relaciones de los nuevos Gobiernos con el Pontífice Romano, con dificultades colocadas por los países colonialistas, y con pacientes esfuerzos de las Nuevas Naciones. Allí están esfuerzos de un Bolívar, y la paciente tarea de Ignacio Sánchez de Tejada, en representación del Gobierno de la Nueva Granada, hasta llegar, en 1835, a reconocimiento de la Santa Sede y envió de primera Representación Pontificia, con Mons. Gaetano Baluffi, elevada a Nunciatura en 1923.
Incidentes hubo entre representantes del Papa y el Parlamento colombiano, y gobiernos como los segundos de Tomás Cipriano Mosquera, y su anticlerical Constitución de Rionegro (1863), hasta nueva situación regeneradora de Rafael Núñez, y Constitución de 1886, llegando a Concordato con la Santa Sede en 1887.
En 1942 hubo intento de Reforma del Concordato, con fuerte oposición del pueblo colombiano de Obispos, que no llego a culminación. (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón
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