Ha generado debate la carta que 73 militares retirados de alto rango le enviaron hace poco a Su Majestad, Felipe VI.
En un país acostumbrado a ver con recelo el comportamiento militar, para la Ciencia Política resulta particularmente curioso este aporte que ayuda a estudiar las relaciones entre los civiles y los militares en el Reino.
Como en toda democracia, al no ser deliberantes, los uniformados son respetuosos de la Constitución y guardan prudente silencio mientras portan las armas.
Pero al retirarse y recuperar su vocería, ellos producen, en muchas ocasiones, opiniones y conceptos que pueden marcar tendencias.
Tendencias que solo pueden producirse, precisamente, en democracia, porque en los regímenes autoritarios ellos se encuentran sometidos, postrados, y tienen que ser absolutamente obsequiosos no solo en ejercicio sino, más que todo, cuando pasan al retiro.
Por eso resulta reveladora la carta enviada al Rey diseccionando la realidad española.
“El Gobierno de coalición entre el partido Socialista y Podemos, apoyados por filo etarra e independentistas, amenazan con la descomposición de la Unidad Nacional”.
Con lo cual, varios sectores se apartan de la carta pero en todo caso se preguntan por qué el presidente Pedro Sánchez insiste en seguir gobernando apoyado en un partido íntimamente relacionado con el radicalismo iraní y el régimen chavista.
¿Por qué seguir dependiendo de los marxistas independentistas vascos que nunca han condenado realmente a la organización terrorista Eta?
¿Por qué no escuchar a los verdaderos socialistas, como el expresidente Felipe González, que arriesgaron su vida para restablecer la democracia y que ahora rechazan las maniobras tangenciales?
¿Por qué no aceptar la buena voluntad de un partido liberal y centrista como Ciudadanos para conformar un gobierno respetuoso de la Constitución y alejado de fanatismos y extremismos?
En consecuencia, hay que estudiar con microscopio por qué ellos, los 73 retirados, constatan cómo “... tras la llegada al Poder Ejecutivo de un gobierno social-comunista que olvida el interés general y atiende solo a intereses partidistas, la cohesión nacional corre graves riesgos de deterioro, tanto en su vertiente política, como económica y social”.
En otras palabras, muchos españoles (empezando por el jefe de la oposición) están preguntándose hasta dónde piensa llegar el Presidente en materia de concesiones, y hasta qué punto puede llegar en una eventual reforma constitucional.
“Muestra de la intención de acabar con los consensos del 78, son los permanentes ataques al Poder Judicial, así como los intentos de su patrimonialización reflejados en el nombramiento del Fiscal General del Estado, la espuria utilización de la Abogacía del Estado, el cambio de la legislación vigente con fines partidistas, etc.”
Para concluir, es necesario auscultar y abordar transdiciplinariamente el documento de los que alguna vez monopolizaron la fuerza.
Porque, en el fondo, es una radiografía que, puesta a contraluz, puede reflejar importantes transformaciones, disfunciones o patologías de la democracia.
Democracia que, por supuesto, es lo único verdaderamente importante en la cuestión.