ESENCIA
Construir colectivamente espacios y momentos de paz es, aunque parezca utópico, posible. Es un esfuerzo común que empieza por la transformación individual.
La humanidad lleva milenios en guerra. Pero ello, que ha sido nuestro pasado y es nuestro presente, no tiene que ser nuestro futuro: el cambio es de adentro hacia afuera. En este pequeño planeta que tiende naturalmente a niveles de entropía -en los cuales la capacidad para realizar una acción amorosa se va deteriorando paulatinamente si no hacemos esfuerzos conscientes por mantener el enfoque en ese amor en acción- aún no conocemos verdaderos estados de paz. Mientras haya exclusiones, discriminaciones, marginamientos, negaciones y ambiciones desmedidas, el asunto de la convivencia pacífica seguirá siendo prácticamente imposible. No por ello debemos perder la esperanza; por el contrario, es necesario generar cambios individuales que se reflejen en el ámbito social, identificar y salir de nuestras zonas de confort y emprender acciones diferentes a las que hacemos y no han funcionado, así como potenciar aquellas dinámicas que sí permiten el perfeccionamiento del mundo.
Podemos, aquí y ahora, dejar nuestras guerras interiores; ese sería un buen comienzo ¿Con qué estamos en guerra? Es posible que sigamos atados al recuerdo de una relación que no prosperó, que pasó hace años, pero que ha dejado en nosotros huellas de rencor, rabia, dolor e incluso sufrimiento que no hemos sanado. También es posible que estemos en guerra contra una enfermedad, sin comprender que si la hicimos es el último recurso biológico que tenemos para resolver lo que sigue atascado en la cabeza y en el corazón. La guerra puede ser en contra de un trabajo que no amamos y que nos genera recursos económicos a unos precios muy altos, que pagamos con estrés, malestares físicos y frustración. Hay tantas posibilidades de guerra como momentos y espacios de desconexión con la fuerza vital. Incluso podemos llegar a guerrear en nombre del amor, como tantas veces se ha luchado en nombre de Dios. En verdad es necesario hacer grandes esfuerzos y ampliar la consciencia para dejar de reproducir la lógica patriarcal.
Las intenciones de transformación con base en guerras pueden ser buenas. Sin embargo, tienen una contradicción esencial, dos graves problemas de fondo: le apuestan a la separación, que es lo que genera y sostiene una confrontación, y desconocen la totalidad. En las guerras siempre hay un oponente, un yo en contra de un tú, exclusión, negación.
La Luz no pelea contra nada ni nadie: sencillamente ilumina; el Amor no contiende contra nada ni nadie, pues su naturaleza es dar vida, contenerla y abrazarla, en todas sus manifestaciones ¿Qué guerra interior podemos soltar hoy? ¿Qué podemos iluminar con la Luz y abrazar con el Amor?