Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Julio de 2015

 

 

“No es una masa contestataria ni reivindicativa”  

EL SEPTIMAZO

Enjambres

 

EN  esta Bogotá deshumanizada todos estamos paniquiados, como diría un gamín de la séptima; no obstante, Petro pide investigar a quienes generaron pánico en las redes sociales por atentados en esta ciudad insufrible que hace rato se le salió de las manos pero que por fortuna nos devolverá a la vuelta de seis meses, porque no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

Pánico el que nos ha generado él con su dictadura, sus bandazos, y reculadas administrativas, sus atentados estéticos y lingüísticos, que han llevado a ese enjambre digital del que habla el filósofo coreano Byung Chul Han, a hacer catarsis en las redes sociales, como en otros tiempos Petro lo hizo en el balcón del Palacio Liévano.

Petro no debería ser tan miedoso; la comunicación digital destruye el silencio, tan necesario para decantar lo fáctico y para pensar. Los milenials que le dan pánico al alcalde como si no fuera mayor sino menor a la manera kantiana, no piensan, teclean. Esta acción no es narrativa, sino aditiva: una cosa detrás de otra.

Y como advierte Byung Chul Han en El Enjambre, la cultura digital descansa en los dedos que cuentan. Ni los tweets ni los post en facebook dan lugar a una narración. Tampoco la timeline de estos generadores de pánico va a contribuir a develar el fracaso de Petro como Comandante de la Policía distrital; de eso se ha encargado él mismo, de manera indelegable.

Este enjambre de milenials tecleadores no es una masa clásica como las setenteras que Petro tan bien conoce. Pero curiosamente han hecho una revolución callada, digital, que ha transformado la esencia misma de la sociedad.

“Es delito difundir y propagar pánico en la ciudad con fines políticos”, dijo Petro. Pero si todo es político, hasta el amor, señor Alcalde. Lea a Platón. Habrá querido decir, con fines electorales.

Pero no tema, que este enjambre digital no es una masa contestataria ni reivindicativa, es una adición de individuos aislados, carece de alma, de un nosotros capaz de una acción común, de andar en una dirección o de manifestarse en una voz. Si la tuvieran, hace rato lo habrían tumbado, querido Petro.

No tema que “la hipercomunicación digital destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser ella misma. Se percibe solo ruido, sin sentido, sin coherencia. Todo ello impide la formación de un contrapoder que pudiera cuestionar el orden establecido”.