Pedimos al gobierno de Iván Duque el análisis de la alianza ruso-china que afecta intereses vitales de la Nación y la revisión de la estrategia en el tema de Venezuela. El Grupo de Lima, en reunión efectuada en Guatemala, insiste en solicitar que cese el respaldo de esas potencias a Maduro, pero eso no basta.
Los presidentes de Rusia y China, Vladimir Putin y Xi-Jinping han decidido aislar a los Estados Unidos de las conversaciones para la solución de conflictos, señalan el abandono de la mentalidad de la guerra fría, reiteran el compromiso con el control de armamentos, desarme y no proliferación, la aplicación plena del acuerdo nuclear iraní, instan a las partes a cumplir con la Carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en la península de Corea y en cuanto a Venezuela continúan empeñados en obtener su estabilidad a partir de un dialogo político inclusivo, en rechazo a cualquier intervención militar.
Según lo expresado, son estos dos gigantes los encargados de poner orden en Venezuela, por fuera del sistema jurídico interamericano, sin la firma de presidentes de la región, para conformar un gobierno pluripartidista que garantice sus exorbitantes intereses. La soberanía, el tratamiento de la migración, la vigencia de los derechos humanos, se consideran puntos accesorios en el texto de un convenio que desconozco si se encuentra preparado de antemano. La apertura condicionada de tal naturaleza sería impropia, difícil prever el establecimiento de relaciones con administración limitada en su ejercicio y de qué manera se garantiza la realización de elecciones, de cuyo resultado surja la libre competencia de gobierno y oposición.
Vale la pena auscultar las implicaciones de la alianza ruso-china, buscar alternativas que permitan encontrar una solución racional al problema humanitario. La mayoría de los países de Occidente consideran indispensable el ejercicio democrático, pero Rusia, China, Turquía, Irán, Cuba, Nicaragua y Bolivia, entre otros, piensan distinto, se hallan en juego la tradición jurídica, la carta de la OEA, el proyecto de integración continental que impulse la constitución de sociedades justas e igualitarias.
El pueblo venezolano posee el derecho de definir su futuro, cómo y cuándo, no lo sabemos. Colombia se situó del lado de Juan Guaidó y de los líderes de la resistencia a los despropósitos de Maduro, si un pacto para precisar la administración de transición depende de Rusia y China, sus consecuencias nos perjudicarán, hecho que merece atención. El cuadro es malo, la terminación del autoritarismo resulta compleja ante compromisos adquiridos en contra de las ideas de Simón Bolívar cuando varias Repúblicas hermanas se aprestan a celebrar, con saludos tímidos a las banderas, el Bicentenario de la Independencia.