“Tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe”. Las irresponsables reformas que el gobierno ha impulsado nos están acercando rápidamente al precipicio económico. Si el propósito de Gustavo Petro es quebrar al Estado para desestabilizar las instituciones y crear el caos al que estamos llegando para luego surgir como un redentor en medio de la ruina, lo está logrando.
El colapso es evidente en todos los espacios. Ya se ven los resultados catastróficos de su plan para asfixiar a la EPS, dizque para implantar un sistema nuevo de su inventiva, destruyendo un sistema de salud eficiente, ya probado y admirado nacional e internacionalmente por su efectividad, y su cobertura a 97 por ciento de la población.
¿Cómo lo ha hecho? Negándose a reembolsar los fondos necesarios para cubrir los gastos incurridos por las EPS para pago de medicamentos, personal médico, clínicas y centros de salud. Los resultados son la escasez de medicamentos y servicios de salud urgentes que están gravemente afectando la salud de los colombianos.
La crisis en la educación es igual o peor. Hoy el gobierno adeuda al Icetex $402.000 millones para cubrir los créditos universitarios de este año. Además, pretende recortar $1 billón al presupuesto de este Instituto en el 2025.
Esta dramática situación ha puesto en peligro la continuación de la educación de más de 200.000 mil estudiantes, que tendrán que suspender sus estudios por falta de pago. Imaginen ustedes a un joven que había logrado un crédito para sus estudios en Colombia o en el extranjero y ahora tiene que suspenderlos, destruyendo todos los esfuerzos e ilusiones de él o ella y de sus familias. ¡Qué tragedia!
Y es que a Petro no le gusta el Icetex, como no le gustan las universidades privadas, otras valiosísimas instituciones que está tratando de asfixiar a punta de impuestos, trabas e impedimentos como este de no pagar lo que les adeudan los estudiantes becados.
Otra inaceptable pérdida para la juventud colombiana es la drástica reducción del presupuesto para los deportes, frustrando a miles de jóvenes que fincaban su futuro en destacarse y dar gloria a Colombia en alguna disciplina.
Petro pretende también destruir a Ecopetrol, la empresa más importante y de mayor rendimiento en Colombia, tumbando importantes negocios que le generaría jugosas ganancias a la compañía y a millones de colombianos accionistas de ella. Hoy, la acción de Ecopetrol, otrora sólida, ha perdido mucho de su valor. Además, estamos a portas de tener que importar gas, del que nosotros éramos exportadores.
Mientras tanto, el gobierno de Petro malbarata nuestro dinero repartiéndolo a manos llenas en el Congreso para comprar votos para que le aprueben sus temerarias reformas y para que no se investiguen los actos corruptos de su campaña, gobierno, familia y compinches.
El dinero no alcanza para la educación, la salud o los deportes, pero si alcanza para pagar los viajes suntuarios de Francia Márquez a recibir inmerecidos premios, para pagar a jóvenes criminales para que no delincan, para cubrir la costosa visita a Colombia de personalidades insignificantes como el príncipe Harry y su mujer.
¡Destruir! Es el mantra de Petro ¿Será que Colombia terminará en la miseria como Cristina Kishner dejó a Argentina, o como Maduro, Ortega y Díaz-Canel tienen a Venezuela, Nicaragua y Cuba?