Usted entiende mejor que nadie que Cartagena es una ciudad turística internacional que depende en buena medida de las personas que van a disfrutar de su belleza y de sus playas. Por eso usted llega decidido a eliminar los factores que están creando mala fama a la ciudad, como la prostitución y los abusos a los turistas.
Yo he escrito varias veces sobre el tema y he hecho sugerencias que voy a repetir abajo, por si a usted, que se ve preocupado y con ganas de hacer cosas, le interesan.
Los abusos a los turistas en el centro histórico hace tiempos que pasaron la raya. Millones por dar una vuelta en coche con amenazas si no se paga. Esto es fácil de resolver: los coches deberían llevar un anuncio con sus tarifas por recorrido y por tiempo. Y prohibición visible de excederlos.
En columna del 26 de junio del año pasado narré el caso de una familia de tres personas de la que abusaron desde que puso pie en la ciudad. Tomaron una lancha en la Bodeguita en Cartagena para ir a Barú, viaje por el cual tuvieron que pagar cien mil pesos por persona. Playa Blanca está a cuarenta minutos en lancha.
Al llegar encontraron un lugar atestado de turistas y sucio. Sin embargo, se trataba de disfrutar y resolvieron arrendar una carpa con tres sillas. Cien mil pesos. A la hora del almuerzo, en uno de los restaurantes con servicio en la playa. pidieron pescado, arroz y papas, dos gaseosas y una cerveza. La cuenta: trescientos treinta mil pesos con el 10% de propina. Les pareció un escándalo, pero al reclamar los amenazaron con golpearlos. Al pedir una factura les entregaron un papelucho sin nombre del lugar, número, ni nada. Ese recibo no lo entrega ni una tienda de mala muerte. No apareció un policía por ninguna parte de manera que no había mucho que hacer. "Son una mafia -dijo la víctima-. No vuelvo nunca. Si eso es a un colombiano, cómo será a un gringo.” Los colombianos aguantamos que nos atraquen en todas partes para no arriesgarnos a una puñalada.
Yo he leído de varios casos similares, e incluso peores, en los medios, pero hasta ahora no he leído de soluciones.
¿Por qué los alcaldes no han sido capaces de resolver el problema? ¿Será muy difícil? O ¿será desidia e incompetencia?
El alcalde puede establecer que solamente restaurantes debidamente establecidos y con registro de sanidad puedan trabajar en las playas y vecindario. Los restaurantes deben tener agua y servicios sanitarios. Deben estar en condiciones de producir una factura impresa, como lo hace hasta la más humilde tienda en las ciudades. Y tener en la puerta y en la carta del menú claramente determinados los precios de sus productos en pesos y dólares. Eso no incluye los vendedores ambulantes, ni las palenqueras que venden frutas, ni los kioskos que venden galguerías, chicles, gaseosas y helados, pero estos también deben anunciar los precios. Hay que poner en las playas carteles de advertencia a los turistas en inglés y castellano. Y, por supuesto, tener un puesto de policía al que se pueda acudir en caso necesario.
Para esto se requiere simplemente una resolución del alcalde. Es de sentido común.
De lo contrario, los turistas seguirán siendo ahuyentados y van a preferir irse a otros lugares donde, además, los tiquetes aéreos son más baratos. Para ciudades como Cartagena y Santa Marta, que viven del turismo, cuidar a los visitantes es vital. Ambas ciudades se han vuelto inseguras para los nacionales y extranjeros.
Buena suerte.