La sociedad y el orden
La tendencia instintiva de los que se declaran civilistas a ultranza, y como tales adversos a la institución castrense, tiene que ver con el arraigado sentimiento de aborrecer el orden. Razón por la cual abominan el fuero militar, puesto que consideran que es malo en sí mismo. Se resisten a entender que las Fuerzas Armadas son necesarias para la defensa de la democracia y de eventuales enemigos externos, más en un país malherido por más de medio siglo de violencia y desafíos subversivos, so pretexto de conseguir el poder por medio de las armas; si bien, por lo general, se trata de ejercer el despotismo del fusil en determinadas zonas periféricas del territorio nacional, en las cuales aún hoy en pleno siglo XXI impera la barbarie y la ley del más fuerte.
Es aberrante saber que en el país tenemos seres humanos que son secuestrados y mantenidos en degradante cautiverio por años y años, así cada cierto tiempo liberen a cuentagotas a unos cuantos sobrevivientes.
En todas las épocas han existido enemigos del orden y esa es una vieja lucha de la humanidad y la civilización, la del choque entre esas dos tendencias antagónicas, de la cual se derivan determinadas posturas ideológicas y partidistas, que alcanzan ocasionalmente feroz antagonismo, por inexistencia de una verdadera cultura de convivencia. En los países mas avanzados la inclinación natural de la sociedad organizada determina que la autoridad reciba el apoyo de la sociedad, en especial las Fuerzas Armadas. Siendo el objetivo ideal por excelencia del gobierno y la sociedad la paz, es elemental que para alcanzarla y preservarla no solamente se requiere de buenas intenciones, es fundamental tener instituciones sólidas y unas Fuerzas Armadas capaces de garantizar el orden.
Los soldados que componen esa fuerza que salvaguarda la sociedad civil y la democracia, especialmente en tiempos de conflicto armado, deben estar dispuestos a inmolarse y al sacrificio, a cambio exigen el fuero militar. Eso que parece apenas lógico lo rechazan los adversarios de los militares, quienes argumentan que los soldados no pueden juzgar imparcialmente a sus pares. Es como si los militares dijesen que los abogados o los civiles, tampoco pueden juzgar a sus pares. Ambos argumentos son deleznables, refutados por la historia y los hechos. La justicia militar la componen abogados de uniforme, que deben cumplir la ley a rajatabla, puesto que de no hacerlo así estarían prevaricando.
La gran mayoría de los que se oponen al fuero militar, cuando no es por profesar animadversión visceral al mismo por razones ideológicas, lo hacen por simple e irracional desconfianza. Cuando lo cierto es que se requieren expertos profesionales que entienden que se libra un conflicto armado, en el cual a diario están amenazados los soldados por un enemigo que intenta respirarles en la espalda y emplea el terrorismo para combatirlos. Por tanto, el fuero militar es un derecho que otorgan la sociedad y las leyes a los militares para que puedan actuar en la guerra interna o externa. Y en determinados casos de ley juzgarlos en tiempos de paz.