ALEJANDRA FIERRO VALBUENA | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Abril de 2012

Una poderosa ficción

PARA todos es más o menos claro que el dinero es una invención humana que ha variado con el pasar de los años y que responde a las dinámicas culturales tanto como lo ha hecho la moda femenina, por ejemplo. Sin embargo, al observar las dinámicas cotidianas de la cultura occidental, salta a la vista la poca conciencia que de esta realidad se tiene.

Si bien el dinero es en estricto sentido una ficción capaz de facilitar las dinámicas de intercambio entre comunidades y dependiente completamente de los seres humanos, en nuestro tiempo dicha ficción parece haber tomado vida propia para cobrar venganza contra su creador. La paradoja del capitalismo es justamente esta. Aquello que tenía como fin facilitar la convivencia se ha convertido en la manzana de la discordia y ha sido motivo del declive social más vertiginoso que haya sufrido la humanidad. Lo que comenzó como una especie de juego se ha convertido en el paradigma de vida socialmente aceptado y reforzado por todos. Aun cuando en plena conciencia nadie, por más materialista que se considere, es capaz de aceptar como único centro, motivo y fin de su vida el dinero, nadie tampoco es capaz de renunciar a aquello que le garantice acceder a él o desplazar como meta vital alguna circunstancia que prometa mejorar significativamente sus ingresos.

Uno de los rasgos que indica el carácter ficcional del dinero es la arbitrariedad en la asignación de valor sobre las distintas monedas existentes en el mundo. Aunque ahora nos parezca que la economía contiene razones de peso, sustentadas por complejas ecuaciones matemáticas que explican la devaluación o revaluación de las monedas, el motivo inicial de la asignación de valor tuvo que ver, en el mejor de los casos, con la urgencia con que se requería un servicio y objeto o la conciencia de oportunidad de quien tenía la suerte de ofrecerlo.

Este es sin duda el rasgo que ha impedido a los economistas comprender y predecir el comportamiento económico de los pueblos. Solo aproximaciones que consideran factores antropológicos como la libertad humana, el ejercicio de la voluntad y las dinámicas de relación en las comunidades -por ejemplo, el pensamiento de Amartya Sen- han ofrecido luz a esta ciencia social que anda en busca de alguna clave de comprensión de las razones de la actual crisis económica europea, por ejemplo.

La situación que Occidente sufre en términos económicos responde ya no a su condición ficticia sino sobre todo a concederle a tal constructor carácter de realidad e independencia para orientar y controlar las vidas de los seres humanos.

El estilo de vida en el Occidente contemporáneo exige como condición la adquisición y acumulación de dinero y con esto, le otorga el inmenso poder de competir de modo abierto y con altas posibilidades de triunfo, con los fines que, como la vocación personal, las relaciones humanas y el amor, habían configurado la vida de los hombres. Lo anterior no quiere decir que el dinero no haya ocupado siempre un lugar importante en la vida humana porque de hecho lo tiene; el problema radica en cómo ha conseguido instalarse como fin último, cuando su naturaleza no le da más que para ser un medio.