ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 15 de Septiembre de 2012

Los riesgos de pensar con el deseo

 

Los sistemas de funcionamiento de los seres vivientes difícilmente pueden ser estudiados según unas reglas, preceptos o cánones previamente establecidos a los cuales fatalmente se puede someter su funcionamiento. La mente humana, por ejemplo, posee sus mecanismos que los estudiosos han querido estudiar y definir. Ésta suele tener sistemas de defensa que por lo menos subconscientemente los conduce a llevar vida aparentemente tranquila. Uno de estos mecanismos es el de que la memoria es aparentemente selectiva y sepulta en el subconsciente las experiencias pasadas y las más desagradables o poco placenteras dejándolas reposar allá, no olvidadas, pero no gravitando sobre la vida diaria. Esa puede ser la teoría, pero que no es aplicable como regla a todo ser humano; a quienes así no les funciona la mente posiblemente están permanentemente amargados y suelen ser bastante difíciles e insufribles para sus semejantes sean ellos los allegados o no.

Desear tener poder, dinero, valor, influencia sobre sus semejantes, hacer cosas que pueden ser catalogadas como castillos en el aire, etc., un anhelo general en mayor o menor escala; podría decirse que si los anhelos son esos no existirían los anacoretas, ni los miembros de las órdenes contemplativas en las diversas religiones cuyos deseos de tener se limitan a disfrutar de una vida solitaria entregada a la contemplación, a la penitencia y a la oración. Están desprendidos de las cosas materiales, pero cumplen con sus propios anhelos. De todas maneras desean algo y lo cumplen que es disfrutar de ese tipo de vida. Pero si volvemos a los que no somos anacoretas ni hemos renunciado al mundo, a sus pompas y vanidades y a sus pecados en muchas ocasiones los deseos son de una índole tal que no son realizables pero con el poder de la mente pueden hacerse realidad. Es así como quienes quieren ser poderosos a través del dinero compran lotería o el baloto que está ahora de moda y se crean una mundo de ilusiones para cuando resulten favorecidos, el cual se ve destruido cuando la suerte les es adversa.

Cuando se tienen altas responsabilidades en el Estado se proponen proyectos de general aceptación sobre los cuales quienes son objeto de ellos o van a ser beneficiados, los reciben con gran beneplácito y se solazan en pensar cómo van a disfrutar de su realización. En general, quienes los proponen están imbuidos de los mejores deseos y quieren que se vuelvan realidad en muchas ocasiones sin las consideraciones apropiadas para que sus ideas cristalicen en las condiciones y plazos propuestos. Es lo que los norteamericanos llaman el “wishfull thinking” que en nuestro idioma podría denominarse “pensar con el deseo.” Cuando así se actúa se corre el riesgo de echar globos que fácilmente se desinflan.