ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Noviembre de 2012

“All hallows eve”

 

Acabamos de pasar por una de esas fiestas que se celebran y no sabemos por qué razón se han adentrado en nuestras costumbres. La Noche de las Brujas o Hallowen. No tienen parentesco alguno con las corralejas de la Costa Atlántica o con los matachines de Capitanejo o con las celebraciones de la Semana Santa en Popayán o con las peregrinaciones a Chiquinquirá o con los coleos de los Llanos o con las fiestas de San Pedro en el Tolima Grande. Poco a poco hemos ido perdiendo la identidad cultural nacional a costa de costumbres que nos son ajenas, pero como ahora se habla tanto de transparencia y de interacción, tendremos que aceptar también que las fiestas de fin de curso, las que celebran los bachilleres no son eso, sino los “prom”, es de suponer que como abreviación del vocablo inglés “promoción” que es lo que logran los estudiantes cuando pasan de su condición de alumnos de un colegio a la potencialidad de serlo en una universidad.

 

Si uno se pone a reflexionar, no hay cosa más grotesca que asociar la Navidad en este trópico caluroso, con las estampas que se viven en el hemisferio norte, época en la cual las condiciones atmosféricas no permiten otra cosa que recogerse en la casa al calor de la chimenea por donde se cuela Santa Claus a premiar a los niños que se han portado bien durante el año. No me imagino qué le podrá decir una escena de tierra cubierta por la nieve, con uno que otro pino, único árbol que se mantiene verde aun en los más rudos inviernos, a uno de nuestros bogas del Magdalena, echado en su hamaca, inmovilizado por el calor extremo que escasamente le permite abanicarse. Me imagino que le podrá decir lo mismo que le puede inducir a un lapón el relato de nuestro Nóbel en su extraordinario libro del amor en los tiempos del cólera. No lo conduce sino a la confusión cultural, si es que algún día nosotros los del trópico nos empeñáramos en hacerle creer que la manera más “in” de celebrar la Navidad es adorando al Niño Dios en el pesebre de Belén. Pero esto tal vez nunca se haga porque en lo profundo de nuestra actitud de acoger sin beneficio de inventario las costumbres de otras latitudes, está la falta de estimación, podríamos decir de orgullo, por nuestras propias tradiciones.

Algunas raíces cristianas sí que las tiene el Halloween que etimológicamente es la contracción de los vocablos “all hallows eve” víspera de la fiesta de los santos. La aparición de las brujas no tiene otro sentido que el triunfo del bien, los santos, sobre el mal, las brujas. El origen remoto se remonta a los druidas quienes basados en la mitología de los celtas reunían todas las almas de quienes se habían muerto en el año y las presentaban a su paraíso el 31 de octubre. Sea como sea, esta celebración no le hace daño a persona alguna, salvo que sustituya nuestros propios valores culturales.

Este artículo fue escrito y publicado el seis de noviembre de 1997. Como no ha perdido actualidad espero que mis lectores no tengan tan buena memoria como para que se acuerden.