Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde y nos dábamos el lujo de emprender disquisiciones y hasta discusiones en torno del esquema democrático que nos regía en Colombia hasta hace poco; cuando el gran doctrinante conservador Álvaro Gómez Hurtado opinó -años antes de que la mafia, en connivencia con el Establecimiento, lo acribillaran saliendo de clase- que “hay que ponerle pueblo a la democracia”, su aseveración no aparejaba ninguna redundancia ni paradoja, era más bien una queja por el nivel de abstencionismo de nuestro electorado, siempre superior al 50% de su potencial.
Ahora las cosas han cambiado. Ya hoy tenemos que hablar de “ponerle más pueblo, pero menos populismo” a una democracia que languidece y que quizás pueda resucitar en cuatro años, siempre y cuando “rescatemos” en las próximas elecciones regionales de octubre las tres más grandes ciudades colombianas de las garras de la izquierda recalcitrante que todo lo que toca lo daña. Y rescataríamos el concepto de la esencia de la democracia cual es, precisamente, el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo dentro de unos sanos criterios de convivencia, justicia y desarrollo.
A estas alturas del partido, andamos perdidos en la maraña de un presidencialismo asfixiante, con la toma vertical de decisiones a nivel central -con frecuencia atrabiliarias- que cada vez más van chocando y desbaratando el poder funcional decisivo de las otras dos ramas del poder público, tal como lo han advertido, con alarma, todos nuestros grandes estamentos, hasta el “cuarto poder” (los mass media) y curiosamente ya van apareciendo letras como las de Gabriel Silva y caricaturas como las de Matador (en un medio de comunicación que antes referían como integrante de “la gran prensa liberal”) a la postre alfiles incondicionales de JM Santos y, por lo mismo, convertidos en unos de los grandes artífices del advenimiento al poder de la izquierda radical, resortada por las Farc.
Silva, quien por fin escribe algo sensato, tituló su reciente columna “La estrategia del caracol”, recordando la película de una casa que sus inquilinos se robaron antes del cumplimiento de la orden de desalojo, indicando que Petro está desmantelando sigilosamente… los cimientos, la Constitución y la legalidad”, y Matador le metió centímetros de protuberancia a la nariz de un presidente que devenía en un mentiroso Pinocho, cuando nos tuiteó a fin de año la inocentada de un cese bilateral con el Eln, que la propia organización narcoterrorista se encargó de desmentir al despuntar el año nuevo. “Amanecerá y veremos”, dijo el ciego antes de quedarse sordo en medio del fuego cruzado de los furiosos cañones de “la paz total”.
Post-it. Enhorabuena regresa al poder en Israel el señor Benjamín Netanyahu, por el derechista partido Likud (fundado por Menachem Begin y Ariel Sharon en el 73) y quien, desde 1996, ha sido, con solución de continuidad, Primer Ministro en seis ocasiones. Héroe en guerras como la de los Seis Días, del 67, en que Israel se tragó el Sinaí egipcio, la franja de Gaza, Cisjordania, la ciudad antigua de Jerusalén, con el Muro de los Lamentos y los Altos del Golán sirios, y en otras tantas refriegas épicas que espantaron a los árabes, incluyendo la del Yom Kipur del 73. ¡Suerte, Bibi, que dure tu gobierno!