Llegó la navidad y las celebraciones de año nuevo y en nuestro país es normal que por estas fechas todos queramos desligarnos de la realidad que copa los titulares, mientras nos resguardamos en las celebraciones, la natilla, los buñuelos, los aguinaldos, la familia, el regreso a los orígenes y los demás ajetreos, dichas, afanes y jolgorios de las tradiciones navideñas.
Siempre he tenido la sensación de que como colombianos hemos aprendido a desarrollar una extraña habilidad que nos permite olvidarnos rápidamente de lo malo y voltear la mirada hacia a lo bueno. Esa característica nos deja disfrutar de estas épocas sin revisar los periódicos o simplemente hojeándolos rápidamente para concentrarnos en el horóscopo y el destino que nos depara para el año siguiente (sí… yo sé que a usted también le pasa, aunque prefiere no comentarlo), hablar por dos semanas sobre la estrella 18 del Nacional y pagar a 36 cuotas, sin remordimiento, el tiquete a Cartagena para la primera semana de enero para toda la familia.
Esta habilidad tan colombiana también nos ha otorgado la concesión de, incluso, dedicar un día completo a los Santos Inocentes con lo que coloquialmente llamamos “inocentadas”; una particular y paradójica forma de celebración -también muy nuestra-, que conmemora, a punta de burlas y engaños a nuestros cercanos, la matanza ordenada por Herodes en Belén de los niños menores de dos años.
La verdad es que en Colombia hemos llegado a un estado en el que la realidad se torna tan absurda y desvergonzada que, muchas veces, parece un chiste y otras una tragedia o mejor, una tragicomedia en la que ya, con mucha pericia, hemos aprendido a actuar para soportar este periplo que supone vivir -o sobrevivir- en el gobierno de la Potencia Mundial de la Vida.
Y bueno, adelantándonos un día a tan criolla celebración, déjenme les cuento un par de cosas que mientras usted y yo estamos de vacaciones, están pasando en nuestro país y que, con algo de desazón, les tengo que decir: No. No son una inocentada.
Arranquemos. Imagínense que mientras un niño de 15 años, que estaba en su finca con sus papás, fue masacrado por las Farc por no dejarse reclutar, el presidente y la primera dama están muy ocupados decorando el tercer piso de la presidencia como “La Navidad del Grinch” para fomentar la unión en su equipo de trabajo. Y no. Esto no es una inocentada.
También le quiero contar que, con una tasa de informalidad del 55,8%, es decir, entendiendo que de cada 10 personas ocupadas casi seis son informales; sin lograr llegar a ningún acuerdo con los sectores involucrados, el Presidente de la República decidió por decreto incrementar el salario mínimo en un 9,5% lo que se traducirá en mayor desempleo y mayor informalidad para el 2025. Y tristemente adivine: No es una inocentada.
Por otro lado, a cierre de 2024, año en el que el gobierno del cambio tuvo un presupuesto de 503 billones de pesos (presupuesto que no ejecutó y del que nunca giró, por mencionar solo algunos impagos, 3,3 billones de subsidios de energía para estratos 1,2 y 3; 1 billón de pesos al Icetex para que jóvenes de escasos recursos puedan estudiar; y 3,8 billones de pesos para garantizar la salud de los más necesitados,), el mismo gobierno insistía en lograr un presupuesto para el 2025 de 523 billones de pesos. Cuando le fue negado a instancias del Congreso, el presidente señaló a los parlamentarios que no le votaron, como “financiadores de la muerte del pueblo colombiano”. Y lo siento, aunque pareciere, esta tampoco es una inocentada.
Y bueno, para rematar con algo más light, déjeme le cuento que mientras usted trabaja todo el año para pagar sus gastos navideños a varias cuotas, el esquema de seguridad del ministro de las TIC, (el gran estadista otrora uribista, luego santista y hoy petrista, Mauricio Lizcano), y como el de él, el de cientos de personajes del gobierno nacional, costará a los colombianos más de 2000 millones de pesos, que los vamos a pagar usted y yo con nuestros impuestos. Suena a un chiste, pero no. Como ya usted lo anticipa, no es una inocentada.
Se me acabó el espacio, pero no el listado que podría seguir por varios tomos completos. Si usted como yo, está agotado con tanta inocentada que no resulta siéndolo, lo invito a que este 2025 mantengamos los ojos abiertos, los oídos alerta y el espíritu combatiente para que el próximo 28 de diciembre lo que no sea una inocentada es que las horas del gobierno de Gustavo Petro estén contadas y todos podamos decir, sin lugar a equivocarnos que, a partir de agosto de 2026, este gobierno solo será uno de nuestros peores recuerdos.