Cuando nos hacemos amigos de la muerte le perdemos el temor. Los amigos se acompañan, se contienen. La amiga muerte nos va acompañando durante la vida y contendrá nuestro cuerpo físico cuando nos corresponda desencarnar.
Como creo que no somos de este planeta, sino que él es un espacio temporal de aprendizaje y experimentación, también creo que la existencia va más allá del abandono del cuerpo temporal.
¿Qué viene después? Hay tantas respuestas como tradiciones de sabiduría y apuesta espirituales, pero el asunto es más de fe en acción que de tener respuestas concretas. Como estamos acostumbrados a lo denso de la materia, a esta tercera dimensión con su largo, ancho y profundo -cuarta, si agregamos el tiempo-, nos cuesta más o menos trabajo creer en realidades que no podemos medir, cuantificar y tocar. Es la herencia del paradigma de la Modernidad, que reduce lo creíble a lo que podemos percibir por los sentidos. Otro tipo de experiencias, como percepciones, visualizaciones o experiencias transpersonales suelen ponerse en duda por la ciencia moderna.
Por fortuna, y gracias a la física cuántica, sabemos que el átomo es casi todo vacío, que el núcleo y los electrones que aparecen a su alrededor sin que podamos establecer su posición en el siguiente segundo son realmente pequeños: la materia es mínima ante la nada.
Sí, hay mucho más que lo físico. Muchas personas han tenido experiencias que les colocan en el umbral de la muerte; otras han sido “visitadas” por seres cercanos que han fallecido. Aunque ninguna de esas experiencias es verificable por los métodos científicos del paradigma moderno, son realidades para quien las vive. Tengo la certeza que la vida sigue después de la muerte física. ¿A dónde vamos? Creo que damos cuenta ante la Divinidad de cómo hemos cumplido o no el contrato sagrado que firmamos antes de encarnar. Aquí vinimos para aprender, encontrar maneras de trascender las limitaciones del ego, reconocer nuestro potencial de ascensión en el largo camino de perfeccionamiento del ser. Si no hemos cumplido del todo la tarea, podemos volver a terminarla. Si ya la completamos, podemos ir a dimensiones superiores, otros mundos en donde la Luz, el Amor y la Consciencia son mayores que en esta escuela restringida en la que estamos.
Me parece fundamentar apostar por la trascendencia, que no es algo del más allá y el después, sino del aquí y el ahora. En este justo instante podemos superar un resentimiento, integrar un dolor y alcanzar el gozo pleno. Traemos los Cielos a la Tierra cada vez que nos reconciliamos con nosotros mismos, los otros y la vida. Así también nos preparamos para el abrazo de la amiga muerte, la puerta para trascender.