Por supuesto que sentimos pasiones, hacen parte de la existencia. El riesgo está en que si no estamos lo suficientemente despiertos creemos que la pasión nos conducirá con absoluta certeza hacia la luz, cuando por el contrario nos puede mantener en la oscuridad. Si bien el deseo puede ser un motor para emprender una acción, necesitamos estar muy atentos para identificar si ese impulso, ese movimiento, está basado en algo que nos apetece o algo que necesitamos. Identificar la diferencia es clave, pues muchas veces no logramos distinguir entre lo que es realmente necesario para nuestra vida y lo que es solo un gusto. Lo que hay detrás del deseo es fundamental para delimitar nuestras pasiones.
Imagínese una persona que todo lo critica, de esas que cuando van de visita pasan el dedo sobre la mesa para ver qué tan limpia está. La pasión que la habita en ese momento es el perfeccionismo y vive con ira puesto que el mundo es imperfecto; ha desarrollado un ojo clínico para detectar todas las imperfecciones de la vida. La pasión no la va ayudar a pasar a la acción, pues habrá casas que no va a limpiar; lo que le puede dar alivio es el amor, la aceptación de lo que hay, el primer paso para la transformación. No es su deseo por un mundo mejor el que va a cambiar las cosas, no es la crítica constante, que por demás le puede generar bastante choque con quienes interactúa, seguido de rechazo y aislamiento. La pasión la está cegando y no ve cómo ser un agente transformador. Allí es donde entra el amor, en el reconocimiento de sus propias imperfecciones y el cambio de adentro hacia afuera. Es la acción amorosa la que transforma.
Con toda seguridad usted ha experimentado la fuerza del amor, pues en realidad está hecho de él. Muy probablemente usted ha sentido esa corriente poderosa que le impele a hacer algo desde la armonía y la tranquilidad, no desde la lucha; ha vivido esa energía que es inevitable, que le llena de gozo y le reconcilia con la existencia. Esa emoción no es pasión, es amor; posiblemente no lo pueda diferenciar de la pasión o nombre como tal lo que en verdad es amor. Desde él usted podrá identificar lo que de veras necesita así como podrá dejar el resto al lado. Si ha desarrollado una adicción, por ejemplo, vive la pasión de la gula, de querer cada vez más y no poder parar. No es apasionándose como va a mejorar su calidad de vida; es reconociendo cuál es el vacío emocional que está detrás de ese comportamiento. Ese es un ejercicio de amor propio, de permitir que la fuerza de la vida actúe en usted para que pueda crear mayores grados de libertad. ¿Necesita envanecerse, esconderse, paralizarse…? Detrás de ello lo que en realidad necesita es vibrar en la frecuencia del amor. Le invito a que en vez de apasionado, sea amoroso.