Reducir el amor a una emoción es como creer que la luz es la llama de una vela, o incluso el sol. El amor es mucho más que una emoción: desde los principios de la física cuántica sabemos ya que el amor es una fuerza, compuesta por ondas que integran polaridades opuestas, que se encuentran para emerger y manifestarse en todo lo que existe. Esto quiere decir, en términos coloquiales, que el amor es la totalidad; en realidad todo está hecho de amor, tanto usted como yo -como todo lo que conocemos y lo que aún no- estamos hechos de amor, aunque a veces se nos olvide. Es por ello que quedarnos en una visión romántica del amor es un reduccionismo que nos impide tener una mejor comprensión de la vida, ya que perdemos de vista la fuerza que es. Sí, en las manifestaciones de amor hacia quienes queremos está presente el amor, por supuesto. Pero el amor va más allá.
¿Alguna vez ha pensado en la fuerza necesaria para que el espermatozoide de su papá fecundara al óvulo de su mamá y se iniciara así su presente experiencia encarnada? Ese espermatozoide veloz viajaba lleno de fuerza; el óvulo esperaba investido de poder. Se encontraron, se complementaron y se dio allí su Big Bang personal. Todo ello fue un acto de amor universal, de fuerza, independientemente de los sentimientos existentes entre la madre y el padre. Es por esto que todos somos hijos del amor sin importar las condiciones en las que se haya iniciado la vida, de lo ocurrido en la etapa prenatal, de cómo sucedió el nacimiento. Si seguimos viendo el amor tan solo como una emoción -no porque las emociones sean poca cosa, sino porque el amor es la totalidad- la visión de la existencia será muy limitada.
Por amor una flor atraviesa una loza de concreto. Por amor surge la solidaridad con el desconocido que sufre. Por amor un perrito viejo, cansado, aún se alegra cuando llega su amigo-papá humano. Es por el amor que somos fuertes. Con frecuencia olvidamos esa fuerza, vibramos en la longitud de onda del miedo, la duda, el egoísmo y perdemos de vista nuestro propio poder. Eso también hace parte de la existencia y no está ni bien ni mal; es solo una etapa en el camino. Pero como estamos llamados a avanzar espiritualmente, el fusionar las ondas del miedo con las de la confianza producirá una totalidad de amor. Necesitamos combinar esas dos frecuencias: no quedarnos paralizados en las del miedo, mientras huimos de las de la confianza. Reconozcamos ya, aunque el mundo parezca mostrar lo contrario, que cada célula de nuestro cuerpo está hecha de amor.