El campo tiene esperanza
Recientemente el PNUD le hizo llegar la Presidente su último informe acerca del país titulado “Colombia rural, razones para la esperanza”. En este, el organismo hace un análisis actualizado de la realidad del campo en Colombia y nos revela un agro cuyo desarrollo y habitantes se han descuidado por años y el Estado muchas veces ha brillado por su ausencia.
Algunas de las cifras que llaman la atención es que 52% de la tierra en el país le pertenece tan solo a 1.5 % de la población, lo cual muestra la profunda desigualdad que se vive en el campo y en la que los campesinos son los más afectados. Otro dato interesante es que, de acuerdo con el informe, en Colombia la población campesina es de 32% y no de 25%, como se estima actualmente, es decir, es mayor de lo que se creía. Adicionalmente, la pobreza en el campo es de 64.3%, mientras en las ciudades es de 45.5%, de acuerdo con cifras de 2009.
Igualmente es paradójico encontrar que teniendo 21 millones de hectáreas disponibles para el cultivo, tan solo se estén utilizando 4.9 millones y que cada vez importemos más alimentos teniendo los suelos aptos para su cultivo.
Frente a esta situación, la ONU recomienda que el Estado deba intervenir más en el desarrollo del campo, toda vez que el mercado no ha generado las condiciones para su desarrollo y lo refuerza con la contundente frase de que en el país ha habido “más territorio que Estado”. Algunas de las medidas que aconseja son las de consolidar la seguridad en el campo, promover el desarrollo institucional, plantear una política integral de tierras y eliminar la especulación con la tierra.
El PNUD concluye en su informe que el agro en Colombia tiene esperanza debido al compromiso del actual Gobierno con este sector, evidenciado en la Ley de Restitución de Tierras y en su inclusión en el Plan de Desarrollo como uno de los factores del crecimiento económico. Otro aspecto que brinda esperanza al campo colombiano, de acuerdo con el informe, es que la comunidad internacional presenta una elevada demanda de productos agrícolas por los que están ofreciendo altos precios.
Sin embargo, el reto es enorme y los largos años de conflicto armado, abandono estatal, de pobreza para la población campesina y de desigualdad en la distribución de la tierra no serán fáciles de superar y requerirán no sólo del compromiso de este Gobierno, sino de planeación estratégica del desarrollo del campo en Colombia en el largo plazo y de acciones concretas para emprender los grandes cambios que se necesitan para desatar a su plenitud el potencial del agro colombiano.
El presidente Santos saldría muy bien librado si en lo que resta de su gobierno se dedica a colocar los profundos cimientos de una política de largo plazo que garantice el desarrollo del campo en el país.