Andrés Molano Rojas* | El Nuevo Siglo
Lunes, 18 de Mayo de 2015

 “Estatalidad no entraña solo derechos, también responsabilidades”

RECONOCIMIENTO

Francisco y Palestina

 

Sin  decir diciendo, la Santa Sede acaba de reconocer al Estado Palestino.  No hubo un pronunciamiento explícito ni una declaración expresa, ni del Papa Francisco ni de la Secretaría del Vaticano. Pero de conformidad con el derecho internacional el reconocimiento de un Estado puede hacerse tácitamente, de tal suerte que si un Estado trata a otra entidad política como Estado, se deduce válidamente que la ha reconocido.  Tanto más cuando dicho tratamiento se traduce en la suscripción de acuerdos que las partes entienden como celebrados entre sujetos jurídicamente iguales, y aún más, cuando todo ello se acompaña de un giro radical y sostenido en el lenguaje.

Ese giro se venía produciendo desde hace varios años. Cuando en 2012 un “Estado Palestino” fue admitido como “Estado observador no miembro” por la Asamblea General de la ONU -el mismo estatus que el Vaticano ostenta desde 1964-, la Secretaría de Estado empezó a utilizar esa denominación para referirse a la Autoridad Nacional Palestina. Y el Papa Francisco, en repetidas ocasiones, incluso durante su visita a Tierra Santa el año pasado, ha empleado la expresión “Estado Palestino” en varias de sus alocuciones.

Acaso porque muchas veces el lenguaje antecede a la realidad (e incluso la crea), no debería haber causado sorpresa el anuncio de que tras meses de negociación, la Santa Sede y el “Estado Palestino” celebrarán pronto un tratado para regular los asuntos y prerrogativas de la Iglesia en los territorios bajo su jurisdicción. No es casual que la noticia coincida con la canonización de dos monjas palestinas, ni con la creciente preocupación del Papa por la suerte de los cristianos en Medio Oriente, en donde sin distinción de ritos ni denominaciones sufren una creciente persecución, en algunos casos rayana en el exterminio.

La decisión del Pontífice viene a sumarse a la de muchos otros Estados -entre ellos los latinoamericanos, con la notable excepción de México y Colombia, por ahora-, y resulta abiertamente contraria a la promesa electoral del actual primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en cuyo discurso parece haber desaparecido cualquier espacio para la fórmula de los “dos Estados” como solución al conflicto con los palestinos. Algunos se preguntarán de qué sirve el cambio de estatus jurídico si no cambian las condiciones políticas reales sobre el terreno. Quizá no sirva de mucho en el inmediato futuro, pero tampoco es un hecho inocuo.  No para Israel, ciertamente.  Pero mucho menos para Palestina, pues la estatalidad no entraña sólo derechos, sino que implica también -ahí el problema- insoslayables responsabilidades.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales