Ideas bienvenidas
Tradicionalmente la política exterior ha sido una especie de misterio arcano cuyo conocimiento y comprensión se reservan a unos pocos iniciados, y cuyo ejercicio monopoliza el Presidente de la República, con mayor o menor co-protagonismo del Ministerio de Relaciones Exteriores en función del talante del mandatario (y del canciller) de turno), de la coyuntura que esté atravesando el país o del peso de determinados grupos de interés en la agenda exterior colombiana (como en su momento ocurrió con la Federación Nacional de Cafeteros).
Se ha dicho, y con razón, que la política exterior colombiana es un coto vedado del presidencialismo: un patrimonio personal del Presidente, con frecuencia sustraído a la discusión pública y al control político (una nefasta tendencia reforzada por el uso irresponsable del servicio diplomático como “caja menor” para el pago de favores burocráticos). Se ha dicho también que el país es parroquialista y ombliguista, y que le cuesta trabajo salir de su enclaustramiento andino para proyectarse y buscar un lugar propio en el mundo. No en vano el expresidente López Michelsen señaló alguna vez que Colombia era el Tíbet suramericano. El escaso interés que los asuntos internacionales y la política exterior despiertan en el colombiano promedio, la superficialidad con que son cubiertos por la mayor parte de los medios de comunicación, su ausencia en el debate electoral, entre otros, son síntomas evidentes de la desconexión del país y su ciudadanía con el mundo.
Por eso hay que darle la bienvenida a ideas como la que actualmente impulsan la Fundación Konrad Adenauer y la Universidad Javeriana para crear un centro de pensamiento sobre política exterior colombiana. Esa iniciativa se unirá a los esfuerzos que vienen haciendo el Observatorio de Política Exterior Colombiana de la Universidad del Rosario, el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes, la Universidad Externado de Colombia, el Iepri de la Universidad Nacional, el recientemente creado Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales, y el Instituto de Ciencia Política “Hernán Echavarría Olózaga” -que celebra esta semana sus 25 años-, para promover el análisis académico, la reflexión crítica, el diálogo intersectorial, la rendición de cuentas, y la formación de una opinión pública ilustrada sobre esa misma materia.
La experiencia acumulada demuestra que esta no es una tarea fácil. Pero asumirla es un imperativo estratégico para el país y una responsabilidad que concierne a muy diversos actores sociales. Así que enhorabuena a los que ahora se suman a ella. Es mucho lo que se ha hecho, pero queda aún bastante por hacer.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales