Desde finales del siglo XX, sustanciosos pensadores han hablado sobre el agotamiento de la modernidad. Pero como desde su comienzo la modernidad se posicionó como una era promisoria de cotas de felicidad nunca antes logradas por la humanidad, para disimular su agotamiento se le vienen colocando etiquetas como la de “posmodernidad”, “modernidad tardía” o “modernidad líquida”. Sin embargo, eso no evita la realidad de que la modernidad ya no puede dar más y con acontecimientos como los de la pandemia del covid-19 y la crisis ambiental, aumenta la percepción de que es necesario pasar la página para acometer una siguiente fase de la cultura.
Lo que ha ocurrido ya pasó, han sucedido cosas buenas en la evolución y el progreso de la humanidad, pero la modernidad ya no da más. Así como en su momento se reemplazó una fase cultural (la Edad Media) hoy día tenemos que reemplazar la modernidad con algo nuevo que debemos construir en un proceso que seguramente no se va a dar como una ruptura traumática, pero sobre el cual hay que trabajar, sin prisa pero sin pausa, con la mirada puesta en las próximas generaciones.
Y para tener más conciencia del agotamiento, traigamos a colación los tres soportes o fundamentos sobre los cuales se fue construyendo la modernidad, con el fin de renovarlos o sustituirlos. Desde lo socio - político, un punto final del “antiguo régimen” y un auge del nacionalismo de donde deriva la expansión de la democracia con su dictadura de las mayorías y respeto- frecuentemente convertido en aplauso- de las minorías, algo que está en crisis: no es sino recordar lo acontecido en EE.UU. con el traumático final del gobierno Trump. En lo socio cultural el predominio de la racionalidad científico-técnica sobre otras posibles racionalidades discursivas y de tipo finalista, lo cual ha conllevado a un predominio de la formalidad científico-técnica sobre los contenidos y sobre el ¿hacia dónde van? de los procesos.
Por esta razón, por ejemplo, el neoliberalismo económico se ha mantenido vigente por tanto tiempo pese a los nocivos efectos sociales- pobreza, inequidad y sus derivados- que ha impulsado. Y el tercero se sitúa en el campo conceptual, en el predominio de la idea del progreso que se supone infinito mejorando continuamente a la humanidad en la medida en que esta domina la naturaleza. Sobre esto, la crisis ambiental y el cambio climático hablan, elocuentemente.
Los tres anteriores soportes están siendo repensados en varios sectores intelectuales, mostrando que vale la pena abrirse a nuevas alternativas ¿Qué viene después? Nadie lo sabe. Puede ser un contexto socio-político, socio-cultural y conceptual en el cual se integrase la naturaleza, el pasado y el futuro sin excluir ni echar a nadie, porque la definición de lo humano no es excluyente. Y esa integralidad traería, entre otros aspectos, el paso del hombre masa que produjo el individualismo, no al “transhumanismo” sino a la comprensión de la familia y la comunidad como sustentos centrales de la vida humana.