Gracias a Dios hay ciertos hechos que son grandes realidades que confortan, como avances científicos, serios esfuerzos de países para sacar adelante sus economías, conciencia de hacer lo posible para defender el planeta de ruina ecológica, sentido religioso que por más empeños en contra no se apaga y sigue siendo cultivado con admirable esfuerzo en tantas regiones del mundo, entre ellas nuestro Continente. Bien por el empeño de dar prioridad a la educación, a poner base firme a los pueblos, siendo medio eficaz de afrontar la corrupción y el crimen antes que amenaza de castigos de los cuales los delincuentes y malformados ciudadanos saben defenderse o corromper la justicia.
Pero ese ambiente positivo se ve seriamente enrarecido por tremendas realidades, especialmente en cuanto a conculcaciones alarmantes del don supremo de la vida. Esto nos invita a pensar cómo afrontarlas para que no minen los emporios de bien que hay en la familia humana cuando se defienden sus bases positivas. Sin discusiones, con rechazo rotundo, hay que afrontar esas torcidas posiciones si queremos salvar la misma progenie humana.
No es con inculpaciones mutuas entre gobiernos y oposiciones políticas adversas, no es tratando de minimizar esta o aquella realidad, ni si se acepta gravedad solo señalándola parcializadamente en adversarios. Es preciso aceptar que en posiciones erradas del pasado todos podemos tener culpabilidad, y que en las acciones positivas de superación todos tenemos que dar aporte convencido, así sean adversarios quienes las lideren. Hay que rechazar, unidos, cada uno de los casos de conculcación de la vida comenzando por la de quienes lideren campañas que no nos agraden y que aún lesionen nuestros intereses. Urge rechazar toda exaltación del crimen presentándolo como gesto revolucionario glorioso, así como segar existencias débiles de niños por nacer o de ancianos tildándolas de defensa de sus madres o de la sociedad. Mientras no se enarbolen banderas irrenunciables en contra de posiciones criminales, nada vale lamentaciones o inculpaciones a otras personas.
Es preciso, ante tremendas realidades, no buscar su remedio solo con señalamiento de culpables y aplicación de duras penas, sino yendo a consensos de rechazo de toda justificación, ante esta o aquella forma de matar. Que se valore, la enseñanza del Papa Francisco cuando rechazó, aun corrigiendo actitudes pretéritas de la Iglesia, la aplicación de pena de muerte hasta de grandes criminales. Qué contraste con las ya citadas horrendas excusas para asesinar a quienes hemos mencionado.
No es, entonces, con inculpaciones políticas o reviviendo odios familiares, no es señalando adversarios como autores del mal y cerrando los ojos a las propias fallas con justificación de ese mal cuando se aplica contrarios, ni aceptando excepciones a seculares y firmes principios como el “No mataras” que está no solo en la Biblia (Ex. 20,10) sino en el corazón de todo humano normal no corrompido hasta por legislaciones contrarias. Ante tremendas realidades comportamiento noble, rechazo del crimen, esté donde esté, defensa de la vida como don de Dios, cultivo de respeto a preceptos sagrados, y ejemplos valiosos de su cumplimiento, aun con personales sacrificios.
Obispo Emérito de Garzón
Email: monlibardoramirez@hotmail.com