El pasado lunes, el mundo entero pudo observar un linchamiento público ocurrido en la vecina Venezuela, a cargo del Gobierno contra un grupo de disidentes. En las horas de la mañana, el piloto de la policía que se rebeló hace algunos meses y su grupo de compañeros, manifestaron que querían entregarse, pero que no tenían interlocutor y que les habían notificado que los iban a matar. El jefe de Gobierno ya había anticipado que lo que había que hacer con los subvertidos era darles “plomo”. No valieron las solicitudes de líderes y organismos internacionales; ya en la tarde, la operación estaba hecha y el resultado fue de varios de los opositores muertos y otros capturados. El martes se confirmó por el Gobierno que en el procedimiento murió el piloto rebelde Óscar Pérez y seis de sus compañeros.
Por supuesto, que en nada nos sorprende dicho asesinato ordenado por el gobierno de Venezuela y ejecutado por la fuerza pública. La muerte del piloto rebelde era una muerte anunciada por el propio Gobierno, ya estaba madurada; su suerte ya estaba echada, sin fórmula de juicio, sin derecho de defensa, sin diálogo. Simplemente se elimina a los opositores, a quienes no están de acuerdo con el régimen; así proceden las dictaduras.
Sobrentendido que un régimen que es capaz de eliminar las vías democráticas, desconocer la Asamblea Legislativa cuando la oposición ocupaba la mayoría de sus escaños; manipular el poder judicial; apresar a sus oponentes políticos frente a una subversión armada, responde con “plomo” como lo anticipó el gobernante. Ese es el mensaje para todos los venezolanos que se pretendan sacudir de la pesadilla llamada revolución bolivariana: ni por los votos, ni por las armas van a soltar el poder. Sin embargo, hay un factor que los puede llevar a la destrucción y es la hambruna a la que están sometiendo a su pueblo, por desaprovisionamiento de alimentos, por la desatención en los servicios públicos y hasta por los perniles ausentes en navidad, así pretendan exculparse a costa de los colombianos. La incapacidad de gobernar y generar riqueza ya comienza a hacer de las suyas al interior de Venezuela.
Nada más grave que un mal vecino, dan ganas de vender la casa. Las relaciones entre los dos países no podían estar peor ni caer más bajo de lo que se encuentran. El dictador Maduro llama “bandido” al Presidente de Colombia; más que a la persona, con ello ofende la dignidad de una república democrática y no pasa nada. Los organismos internacionales son ineficientes para problemas como este. Ojalá que la muerte de los rebeldes no haya sido en vano y que su valor motive al pueblo venezolano y su asesinato cause la indignidad que se precisa para recuperar el horizonte perdido.