¡Ay qué tiempos aquellos, señor don Simón!
La mañana está esplendorosa en Bogotá. Ese cielo azul sin nubes es bellísimo. Resuelvo caminar hacia el sur y paso por enfrente del Castillo Camacho y del Tout va bien. Resuelvo no tomar la Nemesia que baja por la Avenida de Chile y voy hasta carrera novena para seguir al sur. Hay niños patinando y jugando golosa. Paso por la fábrica de “la pelacueros” y atravieso la calle 67. La vía está sin pavimentar, pero los andenes están bien. Paso por detrás del convento de los jesuitas y me detengo en la tienda de la esquina donde compro un paquete de cigarrillos Royal -porque doña María no tiene Pielroja-, y una caja de fósforos El Faro. Llego a la esquina nororiental del parque de Chapinero donde hay un árbol gigantesco cuyo tronco es una circunferencia de casi dos metros. Hay gente sentada en el banco con sus perros. Paso por enfrente del teatro Imperio donde dan una película con Charlton Heston y bajo hacia la carrera trece. Aprovecho para entrar a Lourdes donde avanza una misa en latín. Paro en la Droguería Nueva York y compro unos Mejorales y Sonrisal.
La carrera trece tiene algo de tráfico porque pasan los tranvías que vienen de la Avenida Chile y los de San Fernando. Camino al sur, paso por el café Amazonas y el Banco de los Andes y llego al cine Aladino donde presentan Más Barato por Docena. Luego están la estación de policía y la oficina del Círculo de Obreros. También el Almacén Vida y el teatro Caldas. Un poco más adelante la Clínica de Marly, la Iglesia de Chiquinquirá y el colegio de los dominicos. A mano derecha, la cuadra de la calle 47 la ocupan quintas que tienen muchas habitaciones, patios y solares atrás con frutales y aljibes, pero no garajes.
En la cuarenta, enfrente a la Estación de Policía y junto al Río Arzobispo están levantando un edificio que construyen de arriba hacia abajo. Llego hasta la Embajada Americana y más adelante a la Plazuela de San Martín. Paso por Bavaria y, enfrente al Hotel Tequendama que está recién inaugurado tomo un tranvía abierto que me lleva a la Estación de la Sabana, mi destino final.
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Hoy el día está brumoso, el cielo encapotado y la contaminación no deja respirar. El Castillo es hoy un conjunto lujoso de edificios de apartamentos. El Tout va bien desapareció cuando conectaron las avenidas Circunvalar y de Chile. La carrera novena es una vía con un tráfico feroz. “La pelacueros”, la tienda de doña María, el árbol del parque, el Imperio y la Droguería Nueva York no existen y la gente no sale a pasear porque todo está lleno de ladrones y la policía no aparece ni para un remedio. La misa en Lourdes es en castellano. Los tranvías no circulan por la carrera trece que es ahora un mercado persa de vendedores ambulantes. El Banco de los Andes es Banco de Bogotá. El Aladino, la Estación de Policía, la oficina del Círculo de Obreros y el Caldas desaparecieron. La cuadra de la calle 47 la ocupan edificios. Donde estaba la Embajada Americana hay unas oficinas de Ecopetrol y las de un Ministerio y donde quedaba Bavaria unas oficinas y un centro comercial. El hotel Tequendama, que en una época fue el emblemático de la ciudad, compite con más de cincuenta hoteles repartidos por la ciudad. Y nadie va a la Estación de la Sabana.
Para los pocos rolos que aún sobrevivimos, cualquiera tiempo pasado fue mejor.