Bicentenario de Nariño | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Diciembre de 2023

Como presidente de la Academia Patriótica Nacional Antonio Nariño, así como pariente en octavo grado de consanguinidad con el Precursor, reivindico históricamente la figura del más ilustre de los colombianos, de nuestro Precursor, quien, de sus cincuenta y ocho años de vida, estuvo más de la mitad dedicado a trabajar por la patria o a sufrir por ella. Fue el más grande de los creadores de la Patria colombiana y su paso por los diferentes presidios, fueron el castigo particular por traducir y publicar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, un conjunto de diecisiete máximas que han sostenido nuestras instituciones republicanas y que aún poseen gran vigencia constitucional.

En Madrid se había dicho que, aun cuando Nariño había sido nombrado Diputado suplente de las Cortes de Cádiz, no podía desempeñar este empleo, por hallarse con causa pendiente, como General que había sido de los disidentes, pretexto del cual se valdría el senado para juzgarlo en 1823.

Al finalizar el presidio en Cádiz, después de su estancia en Londres, se fue a París y regresó a América por Martinica, ingresando al continente por tierras venezolanas donde fue recibido con honores por el Libertador Bolívar, quien, por Decreto de 4 de abril de 1821, expedido en el Cuartel General de Achaguas, le designó interinamente vicepresidente de la República, participando como tal Nariño en el Congreso Constitucional de la Villa del Rosario de Cúcuta de 1821 y despachando desde allí y en ejercicio del cargo, los más urgentes negocios del Estado que en ese momento estaban pendientes.

El 6 de mayo de 1821, Nariño, solemnemente declaró constitucionalmente instalado el primer Congreso de la Gran Colombia, en su condición de Encargado del Poder Ejecutivo, por hallarse el Presidente de la República al frente de los ejércitos.

El discurso de instalación del Congreso es considerado como una de las piezas clásicas de la filosofía política del siglo XIX. Allí mismo, presentó un proyecto de Constitución Federal al Congreso, para las Repúblicas Equinocciales de Colombia, texto interesante del cual se requiere un más profundo estudio, para confrontarlo con muchos de los artículos que en 1828 Bolívar incluyó en el Decreto Orgánico de Colombia, mal llamado “de la dictadura”.

Luego de unos días de sesiones y, ante la llegada gloriosa del Libertador (representada en el bello mural del Capitolio Nacional), Nariño se retiró del Congreso, para trasladarse a Bogotá y ponerse al frente de su defensa ante el Senado apareciendo “cojo y casi ciego” en el recinto, con el rostro quemado por el sol de las campañas y de los viajes; envejecido por los sufrimientos, minado por la tuberculosis pulmonar y la artritis, mal cerradas las heridas que las cadenas de los tiranos habían dejado en las piernas del valiente soldado y, particularmente, con dolor en el alma, ese “dolor de patria” de quien ha hecho tanto y recibe el portazo de los amigos.

Nariño, no tuviste para dejarle a tus hijos sino tu recuerdo y, a tu patria, tus cenizas, descansa en paz en tu bicentenario de fallecimiento.