La Atenas Suramericana cambia su nombre por capital del hampa. Una de las ciudades más inseguras del planeta. Fue invadida por criminales que siembran el terror a lo largo y ancho de sus calles, barriadas, comercios y hogares.
La criminalidad y la inseguridad cambiaron los horarios, costumbres, hábitos, rutinas. Ahora todo es anormal. Hasta las entidades encargadas de la protección son víctimas del robo de sus vehículos.
La alcaldesa, junto con la policía, los funcionarios y demás autoridades, han sido incapaces de derrotar el ‘ejército’ de maleantes que se apropiaron del Distrito Capital. El Presidente Duque y su ministro de Defensa han ofrecido apoyo a Claudia López, para salir de semejante despropósito, sin lograrlo.
El hampa de a pié y la que se utiliza motos con parrilleros, gobiernan a Bogotá, ciudades intermedias y en general a Colombia. Utilizar cajeros electrónicos o bancos se ha constituido en la cuota inicial de un atraco con puñalada o balazo. Salir a un restaurante es caminar hacia el cadalso. Salir a comprar el pan, la leche o el periódico en una tienda de barrio es una temeridad.
El placer que tenían los bogotanos amantes de la declinación del sol en las tardes veraniegas se ha convertido en “la hora del terror”. Cuando las sombras de la noche empiezan a ocultar al hampa, el pánico y el espanto se apodera de quienes aún deambulan por las calles rumbo a sus hogares. Sacar el perro significa “puñalada fija”. Un celular o una bicicleta, son cuota inicial para la muerte. Dinero, objetos de valor y prendas de marca, son asesinato seguro.
A esta situación hemos llegado, desde que nuestro querido, pero novato Presidente Duque, abrió las puertas a la hez, mafia y chusma venezolana. Esa que nos tiene en vilo, como sucedió cuando los “marielitos” cubanos invadieron La Florida. Llegaron con la misma “tecnología” que utilizaban en Caracas.
Espero no me acribillen, ni me amenacen por xenófobo o chauvinista, que no lo soy, por llamar las cosas por su nombre. Venezolanos de bien hay por millares, pero los que merodean nuestras calles, son otra cosa, aunque Duque ordene calificarlos como “ciudadanos extranjeros”, para eludir su responsabilidad.
Esas mafias, esas cuadrillas, son industrias del crimen, que llegaron con sus jefes y reducidores, para unirse a los nuestros. Hoy hay un comercio del delito, que alquila armas y, expende sin control las que denominan traumáticas, disque porque estas últimas, son deportivas.
La Bogotá sin Dios ni Ley debe cambiar; las autoridades tienen que controlarla, los jueces cerrar la puerta giratoria, que deja libres a los asesinos en un dos por tres, porque de lo contrario, todos seguiremos siendo carne de cañón en La Atenas del Terror.
BLANCO: Los pasos para salvar a Avianca.
NEGRO: Si Santos fue “masacrado” por regalar unas almendras, qué podemos decir de Duque que compró para regalar 1.400 medallas con su firma, bañadas en oro, en estos momentos de crisis.