Una de las grandes diferencias entre un sistema monetario como el nuestro y el de los Estados Unidos es que acá quien autoriza la emisión de moneda es el Banco de la República, mientras que allá es el Congreso federal donde la emisión es más un arma política que un instrumento de política monetaria. Esto le permite a los Estados Unidos inundar literalmente al mundo de dólares que, por ser activo de reserva aceptado en todas las latitudes, se convierte en uno de los instrumentos del poder imperial más eficaces.
Sin contar el último paquete de ayudas por US$ 900.000 millones que aprobó el Congreso, se calcula que durante entre enero y noviembre del 2020 la oferta monetaria ha aumentado en Estados Unidos un 24%. Que es una suma gigantesca. No le falta razón a la revista “The Economist” al advertir que, con estos crecimientos desmesurados de la oferta de dinero, tanto en Estados Unidos como en Europa, una era inflacionaria no puede descartarse hacia adelante.
Como sucede con todos los bienes y servicios cuando la disponibilidad de alguno de ellos es extremadamente abundante su precio tiende a bajar con relación a los sucedáneos. Y eso es lo que se pronostica que sucederá con el precio del dólar: su precio bajará, o sea se devaluará en los mercados de divisas.
Una devaluación del dólar le convendría a la mayoría de los países deudores con obligaciones contraídas en la moneda americana, como lo somos nosotros, toda vez que su servicio se abaratará; y en general los productos básicos saldrán beneficiados pues se volverán más competitivos en los mercados internacionales.
Lo que sí vamos a ver en 2021 es una política fiscal sometida a grandes presiones. El Banco de la República ha venido suministrando liquidez abundante a la economía para atender las tribulaciones de la pandemia. Y es de esperar que no haya grandes cambios en este frente. La inflación está y debe seguir estando bajo control. En lo que si hay que esperar cambios es en el frente fiscal. Recordemos que al final del 2021 debe terminar, a no ser que haya nuevos cambios, la suspensión de la regla fiscal. Esto significa que de un déficit superior al 8,2% del PIB en que ahora andamos deberemos iniciar el retorno hacia un desbalance del 2,2% - 2,5% del PIB. O sea, menor endeudamiento público y reducción del gasto fiscal asociado a la pandemia.
¿Permitirá la evolución del coronavirus retornar a esa senda de ortodoxia en el año que comienza? ¿Habrá las condiciones políticas y de salud pública apropiadas para llevar a cabo esta política? ¿O se diferirá para el 2022, como ahora lo empieza a hacer cautelosamente el gobierno con la tan cacareada reforma tributaria que ya se anuncia que tendrá lugar en el 2022 y no en el 2021 como se esperaba y se había dicho?
En efecto: en entrevista que el Presidente Duque le dio a Yamid Amat se dice lo siguiente: “a finales de enero recibiremos el reporte de los expertos sobre las excepciones tributarias. Ese será un gran insumo. La profundización de la factura electrónica y la fiscalización, y lograr que más que una visión tributaria tengamos una visión fiscal y social que nos permita aumentar los ingresos y asignar más recursos a los más vulnerables para cerrar brechas. Además, esa reforma entraría en vigor para el año 2022 y sus beneficios se sentirían en términos de ingresos en el siguiente gobierno”.
En otras palabras, ya el actual gobierno le está empezando a chutar el incomodo balón fiscal al próximo. La reforma tributaria integral que se esperaba, que ahora se llama piadosamente reforma fiscal parece que no verá la luz en el 2021. ¿Quedarán satisfechas las agencias calificadoras con esta maroma de cronología tributaria? Y el tan esperado “rebote” de la economía que se proyectaba en niveles del 6,5% del PIB para el año que comienza será más modesto. Probablemente en los alrededores del 4%- 5% siempre y cuando no haya necesidad de decretar nuevos confinamientos.
En síntesis, las cabañuelas pintan así: el 2021 será un año sin gran crecimiento en la cotización del dólar, con un PIB en niveles positivos del orden del 4%-5%, con inflación controlada, y con dilaciones tributarias.