Cali hoy está en el foco de la opinión pública en Colombia y a nivel internacional, en uno de sus momentos más difíciles de su historia. Sin embargo, quisiera pensar mejor en esa ciudad que se volvió en el hogar de muchos, que se construyó con la fuerza de población migrante de todo el país y que se hizo un epicentro de diversidad cultural y étnica, con un potencial que la transformó en medio siglo en la tercera ciudad de Colombia y en una de las 30 principales conurbaciones de América Latina.
Hasta 2019, el año previo a la pandemia, la economía caleña tenía un crecimiento por encima del crecimiento de la economía colombiana y venía por una senda de reducción del desempleo apalancada por ser la primera ciudad en crear más puestos de trabajo formales. En los últimos diez años, Cali consolidó la oferta productiva más diversa del país, de la mano de una mano de obra cada vez más cualificada y ventajas comparativas asociadas a su localización geográfica, la excelente calidad de sus vías y la cercanía al puerto de Buenaventura, que le abre la puerta al mercado latinoamericano, norteamericano y de Asia Pacífico.
En estos últimos años, Cali también se consolidó como un epicentro cultural y creativo, con más de 40 festivales interculturales al año, con un Festival como el Petronio Álvarez que se convirtió en el evento de música folclórica más importante de Colombia y un referente internacional que impulsó el turismo y referenció a Cali como un destino cultural de primer orden.
Ese proceso que vivió la ciudad en la última década es similar al que vivió la ciudad en la segunda mitad del siglo pasado, cuando la llegada de grandes empresas y el espíritu cívico de su gente hizo de Cali una ciudad que se destacaba por la pujanza y por crear oportunidades, lo cual aceleró la llegada de personas que trajeron su talento para establecerse y trabajar en una ciudad que reunía condiciones excepcionales para progresar. En momentos de dificultad como el actual, remitirse a la historia nos hace pensar que en el futuro podemos repetir esos momentos de prosperidad, con el reto de que cada vez más esas oportunidades lleguen a más personas.
Cali ha superado muy duras batallas. El narcotráfico, el conflicto armado, las crisis económicas y las dificultades institucionales han sido desafíos que la sociedad caleña ha podido encarar, aunque sus efectos tarden en dejarse de sentir. En estos momentos, donde vivimos la que es posiblemente la peor crisis desde la explosión del 7 de agosto de 1956, debemos apelar al espíritu resiliente de las caleñas y de los caleños para seguir contemplando con optimismo el futuro.
Así como después de la crisis de los primeros años de este siglo vino luego un periodo de crecimiento y desarrollo, hoy nuestras apuestas deben ser por una ciudad que vuelva a ser un polo de progreso. Porque debemos seguir convencidos que Cali es una tierra de oportunidades.