Colombia, al igual que otros países del mundo, utilizaba la calle para expresar sus descontentos, cuando una alucinante corona irrumpió al iniciarse el 2020.
Coronavirus recibió la más apabullante y monstruosa divulgación, montada en diminuto y grasiento germen que ha convertido al mundo, en universal prisión.
Parte de los dueños aprovecharon al infinito para ocultar culpas, errores, abusos y corrupción y apoderarse de la mal repartida riqueza; de lo visible y lo invisible. El resto, los hidalgos benefactores de bata blanca, confinados junto con la generalidad del ser humano, se dedicaron a buscar en los tubos de ensayo y sus cuerpos como conejillos de indias, una contra segura y tranquilizante.
Colombia y el mundo entero quieren impedir la hecatombe final. Lo que por años habían edificado puede cambiar hasta de nombre. Lo están experimentando, lo ven pasar. Hoy solo el sol aparece gratuitamente, pero se les niega a los niños y a los viejos.
Los cultores del turismo, para poner un ejemplo bien preocupante, ven como se arruina esa actividad, al igual que inmensas inversiones y abundante empleo.
Colombia es uno de los países de esta parte del mundo en donde empezaba a florecer. Se trabajaba activamente en fortalecer la llamada industria sin chimeneas. Sitios, infraestructura y servicios han sido abandonados por quienes organizan la reactivación del país en la poscovid.
Contabilizan más de dos meses de parálisis, sin crédito amigable, sin apoyo gubernamental, tratando de mantener empleo, infraestructura y experiencia, con la esperanza de un despertar que ven cada vez más lejano.
Colombia había logrado que la paz firmada por el Nobel Santos atrajera abundantes turistas y visitantes que querían apreciar este fascinante proceso, atenuado ahora por modificaciones a los acuerdos, petardos y asesinato de líderes.
Los líderes de la industria turística luchan más que nunca por sostenerla y fortalecer la atrayente paz.
Tenemos magníficos alojamientos, excelentes restaurantes, transporte envidiable. Pero la angustiosa pausa, producto del Covid-19, la falta de atención por parte de quienes programan la reapertura, la angustia financiera, ausencia de apoyo oficial, caja para compromisos laborales, suspensión de vuelos internacionales, tienen en vilo al sector que genera parte importante de las divisas que requiere nuestro país para superar la crisis económica que dejará la pandemia.
Ante la ausencia de un Estado protector, nace el ¨trapo rojo¨, al que urge atender, antes que reaparezcan calles y cacerolazos, con todas sus secuelas y sin coronavirus.
BLANCO: Carrera séptima sin Transmilenio.
NEGRO: Los ¨cambios de fondo a la paz¨, que anuncia Mindefensa.