“En conexión con el Todo seguiremos abrazando la vida”
Es posible hablar del Coronavirus sin agravar la crisis. Una cosa es el miedo como una emoción natural en los seres humanos, desde la cual podemos prevenir, y otra cosa es el pánico generalizado, que ya cunde por doquier.
Sabemos que el Coronavirus es un nuevo tipo de gripa, de rápido contagio, pero también de bajo nivel de mortalidad comparado con otros virus, pues no alcanza al 3% de las personas afectadas. El problema no es tanto estar expuestos al virus, sino otras condiciones previas que harían que el contagio fuera letal, como en personas de la tercera edad, en ciertas condiciones: mala nutrición, afecciones respiratorias crónicas, poco apoyo afectivo y desprotección en salud. Claro que es preciso cuidar a nuestros adultos mayores, en especial si se encuentran en una, varias o todas las condiciones anteriores.
Pero más que de preocuparse, el tema es de ocuparse: como cualquiera de nosotros puede adquirir el virus, pues la vida es más frágil de lo que creemos, si lo hacemos necesitamos conservar la calma y evitar el contacto con personas de la tercera edad, para minimizar el riesgo de contagiarlas. Si nos contagiamos y tratamos a este virus como lo haríamos responsablemente con una gripa, lo más probable es que el virus pase y nos recuperemos. Es más, la mayoría de la población nunca sabrá que tuvo contacto con el virus.
Por supuesto conviene tener una alimentación sana, complementada con antibióticos naturales: miel, jengibre, tomillo y orégano son especiales para las vías respiratorias y no sobran sábila, ajo, cebolla, romero y ajenjo. Ingerir alimentos ricos en vitaminas que fortalezcan el sistema inmunológico: vitamina C tienen en gran cantidad frutas y verduras como: guayaba, pimentón, brócoli, kiwi, fresa, uva y albahaca; vitamina B6, en vegetales verdes, garbanzos, pescado y pollo; vitamina E, alimentos como nueces, semillas y espinacas. La respiración consciente ayuda al fortalecimiento de nuestras defensas, además de permitirnos conservar estados más prolongados de calma. Lavarse las manos con mayor frecuencia y desinfectar áreas comunes previene el contagio. Todo ello es necesario hacerlo sin caer en el pánico, un supresor inmunológico por naturaleza. El pánico genera estrés, el cual -desde comprobados estudios- contribuye en gran medida a una supresión del sistema inmunológico. La autoconsciencia corporal es fundamental para mantenernos en estado de alerta, que no de conmoción.
Si usted o yo llegásemos a presentar síntomas del Covid-19, lo más sensato sería llamar a las líneas de emergencia establecidas y seguir las recomendaciones habituales para el cuidado de la gripe: beber mucho líquido, dormir bastante, descansar, conservar la calma y abrigarse, mientras llega la atención médica. Lo más probable, si se evita el pánico, es que la fiebre y los demás síntomas permanezcan un tiempo y se vayan.
Este tema ha activado el miedo natural a la muerte, esa amiga que desde que nacemos tenemos posada en el hombro y que cuando corresponda, ¡no antes!, nos permitirá soltar el cuerpo físico y regresar al lugar de donde vinimos. En Occidente solemos temer a la muerte y esa escasa comprensión sobre su naturalidad en esta experiencia encarnada es el gran combustible del pánico. Si estamos en conexión con nosotros mismos, con el Todo, seguiremos abrazando la vida.