Mientras en Colombia y en gran parte de los países del mundo sus poblaciones tratan de sobrevivir a la pandemia que los acosa con el coronavirus, que penetra organismos y pulmones de la humanidad, a los sectores bancarios e inversionista, ni siquiera el toca un simple catarro, o “influencia” bugueña de que habla cierta senadora.
Nuestro sistema financiero se anticipa a todo lo que en el tiempo y la distancia se vislumbre como control. No admite una mínima inyección de justicia social. Utiliza en su beneficio la más acertada vacuna, en el momento preciso.
Hoy desde las más grandes, hasta las más pequeñas empresas, industrias, comercios, formales o informales, incluyendo las finanzas hogareñas, van por los caminos ruinosos de la pospandemia, sin que la banca se apiade de quienes han sido su sostén en la prosperidad o en los momentos más difíciles.
Todos los países han tomado medidas acertadas para evitar que el sector financiero pesque en el río revuelto por el Covid-19. Han reducido los intereses, han subsidiado el pago de las nóminas para defender el empleo y condonados créditos.
El sector financiero colombiano ha recibido jugosos regalos impositivos con las últimas reformas tributarias. El Banco de la República ha bajado los intereses, medida que no se ha extendido a los usuarios.
A este paso y antes de que la comunidad científica descubra la vacuna, todos los bienes y servicios de esta nación estarán en las manos de quienes hace pocos años recibieron el apoyo de millones de colombianos que con sus impuestos salvaron de la quiebra a una banca, que después a precios de ocasión, fue entregada a los prestamistas que hoy miran con desprecio y sin compasión a millones de nuevos pobres de coronavirus.
La crisis que hoy soporta el mundo -Colombia incluida- y las que se avecinan, han devorado y devorarán en el inmediato futuro, los sistemas de salud que visitan con más frecuencia las pandemias, ante la decadente vitalidad de los habitantes. Y es el sector financiero el que se ha vigorizado con esa desgracia.
El gobierno Duque buscó fortalecer la producción alimentaria para soportar la tragedia. Ordenó destinar una abultada suma para los agricultores, con intereses justos. Pero aparecieron los grandes y se apoderaron del 90 por ciento de ese crédito y dejaron como ocurrió con AIS, las migajas a los pobres. Los grandes terratenientes no siembran, importan. Los pequeños, los del crédito oneroso, solo podrán sufragar los costos de parte de sus cosechas. Luego vendrán la escasez alimentaria y la hambruna con todas sus secuelas.
Estamos pues, ante el imperio de un sector financiero, que capta barato y presta con avaricia. Ese que impone líderes, conforma dirigencias y dispone la organización de sociedades débiles, desinformadas y lamentables.
Cuando llegue la vacuna, seguramente será tarde. Ya todos tendremos “corona”.
BLANCO: La Onu pide nuevamente al ELN, prolongar el alto al fuego.
NEGRO: La grave situación económica de la empresa aeronáutica. Sin apoyo, también desaparecerá el turismo.