Chelsea | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Enero de 2017

Con los indultos presidenciales suele suceder algo parecido a lo que pasa con los premios Nobel: algunos de ellos resultan incomprensibles.

 Nadie discute que el presidente de los EEUU tiene la facultad de otorgar indultos a quien le plazca.

Tampoco es relevante que el presidente Obama haya sido el que mayor uso haya hecho de la figura.

Asimismo, la idea de que todo individuo tiene derecho a una segunda oportunidad no solo es inspiradora sino apodíctica.

Pero concederle la libertad al mayor expoliador de la Inteligencia a lo largo de la historia, rebasa cualquier eufemismo.

Por supuesto, a millones de personas las filtraciones de Chelsea Manning no suponen un delito sino un mítico acto de heroísmo.

Por lo visto, a Barack Obama también, porque los argumentos con los que ha justificado la conmutación de la pena resultan francamente irrisorios.

Primero, porque si con ello buscaba que Julián Assange abandonara la embajada de Ecuador en Londres, se desvirtuaría su presunta bonhomía ya que el origen del problema ha sido Chelsea y Assange tan solo el medio.

Segundo, porque si el objetivo fuese castigar al mismo Assange, ¿Con qué argumento lo haría si el perpetrador ya ha sido perdonado?

Tercero, porque si se trata de generarle un problema a Donald Trump, lo cierto es que la decisión solo sirve para confirmar lo que piensan de Obama los generales que ahora van a llegar al poder, es decir, Mattis, Kelly y Flynn: ¿Acaso esta es la forma de proteger la Inteligencia?

 Cuarto, porque si se trata de una consideración estrictamente humanitaria, el hecho de que un prisionero quiera quitarse la vida, como lo hizo Manning en dos ocasiones, no puede convertirse en razón para que los criminales resulten premiados.

Quinto, porque si al Presidente le pudo parecer loable que haya cambiado de sexo en prisión y ya no sea Bradley, sino Chelsea, semejantes méritos no tienen nada que ver con los intereses nacionales.

Y sexto, porque si a Obama le parecía suficiente que ella haya admitido su responsabilidad, en lo sucesivo cualquier delincuente potencial puede decidirse a cometer un crimen porque, tarde o temprano, alguien estará dispuesto a perdonarlo.

En resumen, la laxitud de Obama pasará a la historia no sólo por ésta sino por muchas otras situaciones en las que ha puesto en entredicho la entereza estratégica de los EEUU y sus aliados esenciales.

Pero en materia de indultos, pudo haber sido peor.  Tan coincidente como fue con el gobierno Santos y las Farc, la verdad es que pudo haber sido mucho, mucho peor aún.